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Resulta fascinante o desconcertante que hayan personas que digan: “Yo no soy homofóbico, no tengo nada en contra de los homosexuales, pero no quiero que los niños aprendan que la homosexualidad es algo normal”. Le tengo noticias, estimado: usted sí es homofóbico, y de los grandes. Pero bueno, está todo eso de que debemos respetar las opiniones ajenas y bla bla bla. Por supuesto, aparentemente esto excluye las opiniones de quienes sí creemos que hay que enseñarle a un niño que la homosexualidad es algo normal en muchas especies, que hace mucho que dejamos de obedecer todos los dictámenes de la naturaleza con actividades como tomar medicamentos o usar papel higiénico, o que una familia puede estar constituida por un matrimonio homosexual e hijos adoptados.

El problema con la mayoría de las posturas opositoras y reaccionarias es que no ofrecen ninguna alternativa y tampoco son consecuentes. Si yo fuera homofóbico, si pensara que un niño no puede encontrar cariño y cuidado en una pareja del mismo sexo, si creyera que dejarlos a merced de un matrimonio homosexual podría corromperlo moralmente, haría algo al respecto.

Si fuera homofóbico no solo me indignaría al ver a un niño con dos papás. También me indignaría ver a tantos niños en hogares del Sename condenados a una vida miserable. Porque esos niños cuya vida mejoraría sustantivamente si fuesen adoptados por cualquier familia, fueron concebidos biológicamente y posteriormente abandonados alguna vez por ¿Adivinen quién? Les voy a dar una pista: no por una pareja homosexual.

Convengamos en que no hay padres adoptivos haciendo fila para hacerse cargo de todos los menores que no gozan de los privilegios de los homofóbicos, como una familia, así que si usted quiere contribuir en algo, adopte uno. Si yo fuera homofóbico y quisiera hacer todo lo posible porque esos niños nunca caigan en manos de una pareja homosexual, sería consecuente y adoptaría uno. Y hablaría con todos mis amigos homofóbicos para que también adopten a todos los niños para no dejarle ninguno que adoptar a las parejas de dos papás o dos mamás. Curiosamente, actualmente no estamos nadando en padres adoptivos. Por lo que concluyo que para mucha gente, que los niños crezcan en uno de esos lugares de acogida es mucho más sano psicológicamente que en un hogar constituido. Si cree que estoy exagerando respecto a esos lugares, vaya a darse una vuelta por alguno de ellos.

Hay quienes dicen que el Estado no puede obligar a leer algo en los colegios con lo que los padres o apoderados no están de acuerdo, lo que supone que existe una especie de criterio flexible en materias de educación, según los gustos del consumidor ¿Cómo lidiaríamos con los padres si un grupo de estos se negase a que su hijo aprenda sobre historia, la teoría de la evolución porque no coincide con sus creencias, o literatura o música porque no tiene ninguna aplicación práctica en la vida laboral? La respuesta es no podríamos, y es por ello que existen programas comunes y acordados que incluyen contenidos específicos para cada asignatura, como también valores y actitudes transversales a trabajar. Entre estos últimos, el respeto y los derechos humanos.

Que los libros infantiles promueven valores en los niños no es ninguna novedad. Choco encuentra una Mamá de Keiko Kazsa les ayuda a lidiar con el asumir que se es hijo adoptado. Eloisa y los Bichos narra la vida de una niña que se muda a otro país extraño poblado de seres distintos a ella que no entiende. Hace mucho tiempo que la literatura infantil dejó atrás las fantasías escapistas de princesas que habitan castillos y se casan con príncipes de sonrisa Pep que no se parecen en nada al guatón peludo con el que terminarán casándose muchas de esas niñas. Hay libros que promueven conductas ecológicas, morales y de todo tipo ¿Dónde está la novedad en el cuento Nicolás tiene dos papás? No es un llamado a convertirse en homosexual (Lo que no sería malo tampoco, siendo que hay tantos libros y películas con un llamado implícito a la heterosexualidad caricaturesca, a ser muy macho o muy señorita, como Bruce Willis o Barbie), sino una medida para que, el día de mañana, si su hijo conoce a un niño con dos papás, lo trate con el respeto con el que a él le gustaría que lo tratasen. Ni más ni menos.

Si yo fuera homofóbico, no solo trataría de evitar que los homosexuales adopten, también intentaría hacerme cargo de los niños en espera de un padre adoptivo. Para mí, sería la conducta más consecuente. Para los homofóbicos actuales, la orfandad no parece ser un tema por el que valga la pena reclamar. Porque claro, no son sus hijos. Si en su vida van a tener la oportunidad o no de leer algún tipo de libro, no es su problema.

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