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Arborecer es regenerar y cultivar nuevas conexiones internas y externas para entrar a y ser parte de los mundos de otras especies.
Hace unos años un manzano me abrió un portal hacia el Reino Plantae. Primero fueron los colores e imágenes que aparecían en su corteza, luego diferentes sorpresas, siempre sutiles, inexplicables, asombrosas: desde los colores, al paso del tiempo e incluso la visualización de palabras.
Recordando las primeras invitaciones o aperturas del querido árbol maestro, siento que el primer paso fue soltar la razón pura y dejar entrar la imaginación, la asociación libre y creativa para sentir y percibir fuera del marco del paradigma dominante.
Nacemos con la imaginación en los ojos, los dedos y el corazón, pero la sociedad la poda hasta reducir, desintegrar y separar la experiencia humana. Reduce los sentidos, las percepciones y las emociones; desintegra la mente del cuerpo y del corazón; separa nuestra respiración del soplo vital que nos une a las plantas, los animales y los ríos.
Quizás para resolver los desafíos enormes que hemos creado en la Tierra con nuestro desarrollo reduccionista, sea necesario regenerar nuestras capacidades podadas, reconfigurarnos para reentrejernos en la malla de la Vida.
(Cae una leve lluvia mientras comenzamos a despedirnos con el manzano que aun conserva algunas flores y unas cuantas historias en su corteza.)

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