Compartir

La posibilidad de una transformación social depende únicamente de nosotras y nosotros, de cada uno. Para comenzar, tenemos que estar dispuestos a conocer nuestra propia condición humana.

Es indudable que todos los seres, sin excepción, anhelan ser felices. Por tanto, es justo pensar que todos podríamos ir en una misma dirección y crear juntos las condiciones favorables para nuestra felicidad. La experiencia contraria de sufrir desigualdades, conflictos, opresiones y destrucciones, tiene que ver con la incomprensión de nuestra naturaleza humana.

Sakyong Mipham Rinpoche, líder espiritual de la tradición Shambhala, define a la sociedad como  “la red inherente natural que forman los individuos” y constata que los seres humanos,  por su propia naturaleza, buscan comunicarse con los demás y aspiran a vivir bien, con prosperidad y armonía.

La visión de este maestro budista es que la bondad fundamental es un principio viable socialmente que podría estabilizar y transformar el mundo.  La bondad fundamental se refiere a nuestro  estado primordial, sin principio ni final, que trasciende lo que consideramos bueno o malo. Esto quiere decir que más allá de nuestros aparentes defectos y estados mentales confusos, los seres humanos compartimos una herencia indestructible de ser despiertos, sabios, compasivos y poderosos. Es esta bondad fundamental la que nos hace capaces de lograr la transformación social: “Una sociedad buena es resultado de mentes individuales que se otorgan poder a sí mismas”, que aprecian lo que son.

Esto no implica que cada uno de nosotros tenga que seguir un camino religioso determinado. La espiritualidad está presente en todos nosotros, abarca todas nuestras actividades  y significa simplemente reconocer lo sagrado de nuestras vidas, la bondad fundamental que existe en nosotros y los demás. Incluye la comunicación con los elementos y con todos los seres vivos.

Lo que permite el cambio es adoptar una perspectiva que trascienda nuestra fijación individual, que considere el bienestar de todos y que nos motive a mantener un estado despierto, libre de tantos condicionamientos adquiridos,  para contribuir a crear una buena sociedad. Esto puede parecer ingenuo y, sin embargo, si nos damos el tiempo de conectarnos con nuestro genuino corazón humano, podremos recordar quiénes somos y vislumbrar que este camino de transformación es posible.

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *