Observando y observándome en el movimiento de ciudades distintas, donde no solo conviven sus ciudadanos, también la integración de distintas culturas, gran cantidad de turistas, cada uno llega con sus formas de vida, de expresión, de relación e historias.
Los diferentes idiomas, memorias, costumbres, crean un nuevo espacio de interacción y relación en los cuales las barreras del idioma deben ser sorteadas para conseguir la información que requerimos. Esa vulnerabilidad también crea complicidades, intentos fallidos o no, por compartir con un otro que se encuentra en condiciones similares.
Me detengo atónita frente a esta marea de diversidad, donde soy tan distinta y ajena como la persona que está frente mío, y al mismo tiempo nos envuelve la igualdad al estar en la misma situación, en el mismo lugar.
Las diferencias evidencian las similitudes que nos permite comunicarnos, que nos hace parte de un nuevo espacio relacional que vamos creando entre palabras entrecortadas por la debilidad de los idiomas y con gestos completamos lo que nuestro lenguaje no nos permite expresar claramente. Así voy aprendiendo y explorando un nuevo espacio, el de la transparencia, donde los significados pasan a ser tan importantes como nuestra capacidad de trascender a nuestras costumbres e historias para comprender al otro con las propias, en los cuales nuestra expresión debe ser cristalina, evidente y respetuosa.
La transparencia es la esencia de las expresiones que nos permite entender a otros y hacernos entender, la forma en cómo convivimos en el mundo, con nuestro mundo y el compartido con el entorno. En esa necesidad de comunicación con otros que no tienen las mismas costumbres, que no comparten códigos históricos, que no poseen los mismos referentes culturales, intelectuales ni sociales, voy develando aquellas expresiones que corresponden al imaginario social de mi país, de mi ciudad y que me hace pertenecer a una cultura específica.
En esa interacción, choque de culturas, de pertenencias y de memorias, se constituye un espacio compartido, donde los esfuerzos de comunicación están más orientados a regresar a lo fundamental, a aquello que universalmente puede ser reconocido y comprendido, la sonrisa sincera, las palabras sin dobles lecturas, la cordialidad y las expresiones limpias de historias no compartidas. La transparencia en contextos de intercambio cultural es necesaria para comunicarse y establecer relaciones, pero si esa transparencia permite comunicarnos claramente ¿por qué no aplicarla a todo ámbito de nuestra vida? Es grato tener complicidades e historias comunes con nuestra familia o amigos, pero cuando nuevas personas se integran, las dinámicas pueden parecer no tan gratas ni cómodas para el nuevo participante.
En este punto es cuando la presencia se hace necesaria, cuando debemos permanecer en esa consciencia constante del espacio por el cual nos movemos, sus ritos, rutinas y costumbres que nos integra y nos separa. De respeto y disfrute.
La presencia se refiere a la alineación (Emociones que visibilizan) a la manera en cómo nos movemos, habitamos, sentimos y participamos de nuestros mundos. Cabeza, corazón y cuerpo desplazándose en la misma frecuencia y con la misma intensidad. La presencia permite atención, un grado de respeto mayor por lo que nos rodea, un acto de valoración y amor al otro que fluye y se mueve en la misma dimensión. Tomar consciencia y hacerse cargo, conocerse y tomar el tiempo para conocer el entorno, para desplazamientos armoniosos y virtuosos.
Transparencia y presencia, una hebra densa y rica para el fluir de la comunicación y las relaciones entre las personas. Una forma de vivir, sentir y moverse en el mundo en ese espacio de unión e intersección entre el yo y el otro, el yo y mi entorno. En ese poderoso lugar de intercambio constante y casi invisible, en el Komein que nos permite comprendernos como parte de una comunidad, donde nuestra vida es un aporte valioso e inigualable para la composición total. Ser partes de un todo.
El disfrute del aprendizaje y composición colectiva.
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