Compartir

“No puedo, ni quiero, ni debo renunciar a un sentimiento básico: la indignación ante el atropello, la cobardía y el asesinato”. Rodolfo Walsh

Soy un escritor, nada más ni nada menos que eso. Un hombre que todos los días de su vida llena su página en blanco. Y hace una semana me levanté con toque de queda y con militares gobernando de facto los territorios a su cargo, en tenidas de combate en plena calle, levantando sus metralletas hacia el cielo o en línea recta hacia los manifestantes desarmados y tocando ollas. Me levanté sudoroso sabiendo que estaba obligado a no poder moverme libre por mi ciudad y de no poder reunirme en grupos, por si en vez hablar de libros, pudiese estar organizando sublevaciones y rebeldías. Me levanté bajo la sombra de una minoría vulgar con ínfulas de iluminada, capaz de crear esta realidad horrorosa y de seguir haciéndolo.

Miro a mi Chile en llamas, y a los mismos uniformados que ustedes nombraron como defensores de nuestra seguridad, pateando ciudadanos y ciudadanas, disparándoles a quemarropa, entrando impunemente en sus casas, llevándolos detenidos a lugares que no son cárceles, transformando supermercados carbonizados en lugares de detención y de tortura. He visto a crucificados en antenas y a una mujer inerte colgada de una reja, a hombres y mujeres pateados en el suelo bajo la noche y desnudos corriendo por las calles mojadas. A decenas sin ojos por el efecto de sus perdigones y plagados de balines en espaldas, pechos y estómagos.

He visto como la élite perdida como niños, se preocupa de una supuesta paz social, abstracta y plagada de medidas caritativas, más que ocuparse de la masacre frenética que cualquiera puede ver, si aguza el ojo y el oído y no vive en la burbuja del poder o de aquellos barrios donde sólo se escuchan los pájaros. Hasta ahora ninguna institución ligada a los derechos humanos, o la judicatura o a la red hospitalaria tiene cifras totales y de los cadáveres sin nombre, de los heridos graves o de los desaparecidos en las mazmorras de vuestra nueva dictadura, ya sea por negligencia, imposibilidad o porque lisa y llanamente creen que, porque aun existiendo un decorado democrático, las cosas no son tan graves y hay que moverse con la lentitud del buen señor republicano. Un botón de muestra es que mientras escribo, ni el propio Servicio Médico Legal se ha permitido entregar la información de los cadáveres recibidos en sus dependencias y amontonados en la morgue, ni ningún abogado de derechos humanos ha liderado aun públicamente la defensa de las víctimas.

Veo a su vez, a los políticos de todas las tendencias actuar como si estuviésemos bajo normalidad democrática, parlamentando leyes de cartón que serán barridas con el tiempo, o hablando de acuerdos con un Presidente que tiene las manos manchadas con sangre y que habla de progreso y de unidad nacional, usando la florida palabrería típica de los embaucadores, plagada de adjetivos y poemas de postal, como si fuese un muñeco a cuerdas o a pilas, programado por los verdaderos dueños del poder, seguramente esa ultra derecha en las sombras que juega al golf en Escocia o se la da de liberal y defensora de la vida desde la concepción hasta lecho de muerte. Pinochet, por nombrar al más descarnado y sanguinario personaje de nuestra historia reciente, también se caracterizaba por prometer y prometer medidas de mitigación de la injusticia social, como muñeco del ventrílocuo Guzmán, mientras la DINA y la CNI hacían exactamente lo mismo que hoy hacen los militares y los carabineros con el pueblo.

Para ser sincero, hubiese preferido escribir sobre mi libro Los Infelices, una novela sobre aquellos aciagos días de la dictadura anterior y sobre la mediocridad de sus personajes que representan lo que fue el oportunismo, el silencio, la ceguera, la amoralidad e inmoralidad que ha caracterizado siempre a la gran mayoría de los chilenos, cuando se ven arrasados por la fuerza bruta. Una identidad acomodaticia, la del pillo callado y al acecho, que al parecer no ha cambiado en nada, y que más bien se ha profundizado y expresado con mayor fuerza en el vandalismo del lumpen robando supermercados, sino sobre todo en aquel de la élite política y empresarial que se ha llenado los bolsillos durante décadas, a costa de la indignidad de quienes trabajan día a día para mantener a sus familias y han tratado frustrados de vivir como seres humanos y no como perros de la calle.

Como el escritor que soy, lo único que les puedo decir a mis compatriotas es que no se dejen engañar por los cantos de sirena de quienes no han trepidado en arrasarlos como animales, que no se dejen engañar por aquellos politicastros que entre gallos y medianoche tratan de maquillar el sistema y el tinglado que armaron, para que no se les caiga a pedazos, porque si no perderían sus privilegios y sus prebendas, producto del vasallaje frente a sus amos, el empresariado y sus generales. Que sigan ustedes amigos y amigas mías, adelante con sus rebeldías y demandas, pero con el cuidado de quien se sabe abandonado por aquellos que sólo vociferan y que sabemos muy bien no harán nunca lo que gritan a voz en cuello con esa solemnidad engolada que sólo ocupan en los estrados. Y a ustedes criminales sempiternos, no me queda más que desearles mi más enorme repudio y asco, mi más profundo rechazo a su inhumanidad, a su crueldad, a su egoísmo y a sus almas negras como pozos putrefactos de mierda.

Por mi parte, sin ser ningún héroe o mártir, no me dejare acallar jamás, es mi palabra lo único que tengo y espero con toda mi fuerza y coraje que los fascistas de siempre, desde el Presidente tirano pasando por sus ministros y toda su corte de melifluos lame botas, sean juzgados junto a sus súbditos de charreteras como lo único que son: asesinos del pueblo y criminales sempiternos de sueños.

 

Compartir

Alguien comentó sobre “Carta de un escritor a la nueva Dictadura

  1. Fesal Chaín que deseos de hacer el olvido nuestra única memoria en tantos tiempos. Cuando el dolor se tiñe de somnolencia de valor y se pierde la magia como la esperanza. Sin embargo sin duda el despertar surge de un sueño y el sueño de la noche, de los días y de las madrugadas… quizá esta impotencia que también me provoca, sea el sueño de mañana. Saludos! buen artículo.

Responder a Verde Abril Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *