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Aquel puñado de controladores

Hace algunos años la mayoría de las personas se informaban y constituían su visión del mundo de acuerdo a lo que ofrecían los grandes medios de comunicación. “La realidad” o “el mundo” era lo que salía en la “tele” o en el diario; acceder a otras versiones era un privilegio reservado para los muy pocos que tenía acceso a la prensa internacional u otras fuentes excepcionales.

Los lectores, auditores y televidentes se sumergían en la narrativa, —temas, personajes, juicios, estilos, ética y estética— que construían los editores y dueños de los medios de comunicación. El número de medios era acotado y los que concentraban las mayores audiencias en cada género se podían contar con los dedos de una mano.

En ese contexto los mundos personales y colectivos se superponían y eran  compartidos por grandes segmentos de la población. Casi todos estábamos sometidos a la misma selección y criterios de edición, al mundo que surgía de los noticieros nocturnos y de las portadas de los periódicos.

Pero en los últimos años se rompió la quietud de la verdad masiva controlada por un puñado de editores.

Explosión de fuentes

La multiplicación de los canales por cable y de otros soportes vía Internet como Netflix o Youtube entre miles de otros, ampliaron la oferta de las pantallas chicas a niveles inimaginables hasta hace muy poco. Se multiplicaron incontables diarios, revistas, blogs personales y de comunidades en formato digital sobre todos los temas y desde todos los puntos de vista. A un click cualquier persona puede encontrar radios y música de todo el planeta en su teléfono o su computadora.

Miles de canales audiovisuales y textuales y una constante producción de contenido de las más variadas facturas y procedencias compiten con los grandes medios tradicionales por los mismos minutos que configuran el mundo de los nuevos telespectadores, auditores y lectores.

¿Cómo elegir qué ver, qué leer, qué escuchar? ¿Cómo constituyo mi mundo de hechos y significados? ¿Cuán preparados están los ciudadanos para hacerse cargo de asumir el papel “seleccionador y ordenador” que cumplían los antiguos editores?

Las vilipendiadas e indispensables redes sociales

En esta enorme dispersión de medios, las redes sociales constituyen la ruta más frecuente hacia el contenido que nos interesa y a nuevos descubrimientos, pero también, a veces, es un camino que nos aleja y distrae.

Hoy Facebook, Twitter, Instagram y otras redes enfocan nuestra atención hacia determinados hechos y formas de interpretarlos. La importancia que han adquirido esas redes en nuestra visión del mundo y en nuestra manera de sentirlo y habitarlo puede explicar la recurrente queja de muchos sobre la decadencia o la agresividad de las redes sociales… Pero quienes protestan se olvidan que no hay un Facebook, un Twitter o un Youtube, sino tantas redes sociales como usuarios; cada uno, a través de quienes escoge como amigos o a quienes seguir, constituye una selección de personas a quienes otorga la responsabilidad de proponer el mundo que leerá, escuchará y verá.

Los nuevos editores del mundo son quienes crean, comentan y comparten en las redes sociales que uno mismo configura. Como nunca antes en la historia de los medios, cada uno tiene a su alcance seleccionar las fuentes que narran el mundo que quiere observar y vivir, de decidir de qué conversa, cómo conversa y con quién conversa. Al mismo tiempo cada uno tiene la responsabilidad de proponer un contenido de calidad para aquellos que lo han elegido como fuente.

Hoy nuestro mundo mediático es un tejido dinámico que cocreamos día adía con quienes elegimos como nuestros compañeros de edición. 

Creemos comunidad: en Twitter @mautolosa y en Facebook

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Alguien comentó sobre “Soy el editor de mi mundo

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