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Estos días se ha hablado de la investigación sobre abusos atribuidos al sacerdote Cristian Precht. Desde que empezó este proceso, mi reacción fue de asombro, de no creer que fuera posible. No sin razón,  porque estuve cerca de él en el Comité pro Paz y compartimos días de retiro en Taizé, Francia. Nunca sentí nada en él que fuera dudoso, sino al contrario, me inspiraba cariño, respeto y confianza.

Y sin embargo, los resultados preliminares parecen aportar pruebas en contra de él. Es lo que se dice. Creo que no se puede afirmar nada hasta que el juicio haya terminado.

Esta situación nos obliga a reflexionar sobre algo profundamente humano. Aunque fundamentalmente seamos buenos, cada uno de nosotros tiene lados oscuros y luminosos que se manifiestan en nuestra existencia relativa. Por eso, en la práctica espiritual- en todas ellas- cada practicante se compromete a una vida de acciones virtuosas y gracias a la estabilidad que eso da a su mente, puede hacer el  camino para llegar al conocimiento profundo de sí mismo. En el budismo eso es un método.

Al poder observar nuestros procesos mentales, somos obligados a admitir que conviven en nuestra mente tendencias negativas y positivas. Somos enfrentados por ejemplo a nuestra  envidia, arrogancia, ira, y claro también a nuestras formas de lujuria. No se trata de juzgarnos y culparnos sino de reconocer lo que está allí.

La manera de trabajar con nuestras malas acciones tiene cuatro momentos: el primero es reconocer lo que uno hace; el segundo, arrepentirse de hacerlo; el tercero, ofrecer una reparación, y el cuarto, comprometerse totalmente a nunca más volverlo a hacer. Chögyam Trungpa decía que el perdón demasiado fácil no permitía este proceso y que lo más importante era la determinación, de quien las comete, de abandonar las acciones negativas.

Creo que cometemos un error al condenar a las personas y no sus actos. Generalmente nuestras reacciones de rechazo provienen de nuestros propios miedos. Todos nosotros tenemos y conocemos esta fragilidad y todos esperamos seguir siendo parte de la comunidad humana. Lo importante es que la sociedad que construimos tenga principios claros para distinguir cuáles son  acciones negativas y que haya un método compasivo para trabajar con ellas y superarlas.

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2 Comentarios sobre “Fragilidad humana

  1. La verdad a mi no me sorprende, debo reconocer en mi, la poca capacidad de asombro…siento un sin fin de sensaciones, me da rabia, pena, siento astío de tanta porquería…pienso en sus victimas, pienso todo el rato en sus victimas, porque este personaje, se disfrazó y manipuló con todo aquello que representaba, he trabajado largo tiempo con niños y niñas abusadas, escribiendo, cantando, llorando, sonriendo, jamas se olvida algo así, se queda en el alma para siempre…soy una mujer que pertenece a la izquierda de este país..que admiró a este señor, hoy solo pienso en sus victima, solo en ellas….
    Pamela Vilches Collao
    Pamela de las Montañas..

  2. Yo también, como much@s, me sentí profundamente conmovida por estas dudas sobre el sacerdote Precht. Tus reflexiones me llegan hondo y también me alivian. Pero al mismo tiempo, y obviamente si la culpa es demostrada, quisiera una condena muy enérgica, justamente por ser quien ha sido y es. Hay personas que tienen una tremenda responsabilidad social y espiritual sobre sus espaldas, asumida por propia voluntad. En ellos, una acción que daña a otro ser, es doblemente mala. Por eso no puedo separar a la persona de sus actos, en este caso.

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