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Hace algunos días, un amigo de muchos años me decía “todos sabemos que vivimos en la mierda pero no basta quedarse en el diagnóstico”. Yo quiero mucho a mi amigo, no es nada personal, pero, ¿quién le dijo que eso era novedoso e inteligente, es decir efectivo? O hay muchos que afirman, “pero en todas partes es así”. Literalmente una generalidad, sobre todo cuando uno no tiene el don de la ubicuidad. U otros que plantean, “bueno, no es que vivamos en la mierda sino que tú has hecho de tu mundo una mierda”. Ahí la cosa se pone más compleja si nos remitimos a Francisco Varela y la conformación de mundos como estrategias autopoieticas de confrontación con un entorno dado. Pues es necesario saber que Varela nunca fue solipsista. Es decir afirmaba con énfasis que aun cuando el individuo  es la parte activa en la dotación de sentido de la vida, sí existe el entorno.

Que a veces la estrategia sea menos autopietica en determinados individuos también es cierto, como que los pronósticos son necesarios en todas partes del planeta. La cuestión es que no hay pronóstico. Es decir la enfermedad existe y en todas partes. Para decirlo sin dilación “… one flew east, one flew west, one flew over the cuckoo’s nest”, o sea no hay salida y eso sí que todos lo sabemos. Otra cosa es que nos mintamos para justamente no abandonar la autopoiesis, para que con total desesperanza no actuemos, por ejemplo, como los 800 suicidados de la secta ugandesa de la «Restauración de los Diez Mandamientos de Dios», de Kimbwetere, quienes convencidos de que el fin del mundo llegaría el año 2000 se rociaron con gasolina y «desataron el infierno» hasta morir carbonizados en su iglesia en espera de la Virgen María.

No tiene mucho sentido conceptuar una enfermedad sin pronóstico. También es cierto que en la determinación del problema está la solución. Y lo que digo es que el problema es, que el problema no tiene solución. No importa si le llamamos capitalismo, neoliberalismo, fascismo, dictadura militar, socialismo democrático, socialismo real, comunismo estalinista o dictadura totalitaria. (¿A ver, de qué hablo?, ¿de problemas o soluciones?, ¿se fijan que los supuestos modelos soluciones de ayer  son los problemas modelo de hoy?) Cualquiera un tanto ofuscado me podrá acusar de nihilista. A mí me importa bien poco donde me sitúen. Lo que sé es que a estas alturas es el propio ser humano con sus emociones y sus razones el que se ha constituido como un problema para el ser humano y el mundo natural del que somos parte. Y que nosotros en nuestra totalidad y determinaciones no tenemos solución alguna.

Dicho de otro modo, nos hemos confrontado al entorno como podemos y como se nos ocurre. Y que nuestras violencias, dominios y egoísmos, así como nuestras pobrezas, marginalidades y exclusiones son parte de nuestra estrategia de confrontación con dicho entorno y que estas partes van minando sin destruir completamente el amor, la paz, el altruismo, la riqueza espiritual o todos los supuestos valores superiores. Saliendo de la visión dualista del mundo, no es el bien contra el mal lo que nos conforma, sino la suma de ambos en un precario equilibrio sin término, como en esas eternas guerras civiles en las que nadie gana y todos pierden siempre, en donde se han borrado en un brumoso pasado, los verdaderos motivos del conflicto, y en las que sus protagonistas sin memoria, necesitan imperiosamente seguir batallando para darle un sentido a sus existencias, hasta que un grupo histérico quiera escapar del nido y comience a gritar de nuevo ¡que vuelva el Mesías!

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