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Vivimos una época de información tan abundante como los medios que la trasmiten: teléfono, televisión, radio, prensa, libros, medios digitales; pero, la forma que va adquiriendo una presencia cada vez más creciente son las redes sociales, donde se inicia un nuevo diálogo con cabida para todos, siempre y cuando se disponga de conexión a Internet y se compartan las propagandas introducidas por el capital y el poder.

Cada vez estos diálogos encuentran nuevos caminos de beneficios sociales y políticos, aunque no tan desmedidos como para justificar la expresión del periodista Andrew Sullivan, quien declaraba que “la revolución se escribió en Twitter”, augurando el final de un poder en Irán, el cual después de las protestas de junio de 2009, quedó tan estable como antes. Tampoco disponemos de fundamentos para creer que las redes sociales fueron la causa de la “primavera árabe”.

Lo cierto es que la comunicación y los medios han ido apoderándose de un rol cada vez más preponderante en la vida ciudadana, sustituyendo, en asuntos políticos, a las tribunas públicas donde antes se aleccionaba al pueblo y el cual sólo tenía la participación de los aplausos o los abucheos.

Hoy los dirigentes públicos deben ser también  maestros comunicadores a través de los diferentes medios. Deben dar a sus mensajes las diferentes características que cada medio exige, resultando así de tanta importancia su mensaje como su desempeño.

Es muy posible que la intercomunicación a través de las redes sociales tenga gran influencia en las conmociones revolucionarias y hasta puede que propicie cambios de gobiernos; pero de lo que sí no debe quedar duda es de los nuevos caminos de tolerancia y diversidad que en los medios sociales se empiezan a abrir.

Son las redes sociales los escenarios más propicios para la toma de posición mediática de un nuevo esquema de valores y relaciones. No es necesario ser ningún visionario para comprender el despuntar de un nuevo amanecer de las actividades humanas, donde la libertad y las diferencias específico de los distintos grupos humanos, adquieren un nuevo valor en la vida individual y social.

Nuestra sociedad latinoamericana va encontrando cada día más difícil aceptar como voluntad de Dios un contrasentido a la ciencia en el desplazamiento de los límites supuestamente fijados por la naturaleza. Dios ya no se puede identificar tan fácilmente como naturaleza.

Por todos los medios informáticos nos llega el conocimiento  de los enormes progresos científicos y técnicos, incluso sus consecuencias negativas producidas con el agotamiento de los recursos, el estrago de los armamentos y las posibles monstruosidades de la bioingeniería. Cada vez podemos reconocer a Dios más alejado de cuanto se refiere a la naturaleza y al progreso.

La aceptación indiscutible de la teoría de la evolución de Darwin ha dejado sin piso la creencia en el Dios creador. El pensamiento modernista consideraba la historia como una sucesión progresiva de eventos donde lo nuevo se consideraba lo mejor; pero ya la historia no se puede seguir considerando como una unidad centrada en la realización de un ideal social. Con la proliferación y desarrollo de la tecnología de los medios informáticos y de comunicaciones, se han multiplicado y diferenciado muchos centros de recepción e interpretación de los hechos. Ya la historia conduce e interpreta gran cantidad de informaciones y crónicas que reproducen la inconstante variedad de nuestros tiempos, haciendo ilusorio el pensamiento de unidad y totalidad.

Nietzsche marcaba el fin del pensamiento modernista con la afirmación de que “Dios ha muerto”.  Tal vez con ello significaba el inicio de la caída de las verdades absolutas que sólo en Dios se podían cifrar, lo cual supuestamente podía conducir al vacío del nihilismo; pero ese posible vacío no sería tan absoluto como las verdades que negaba. No tiene que ser una nada que conduzca a la angustia de la náusea por la nostalgia de la totalidad perdida. El vacío resultante con la negación de las verdades absolutas puede ser tan relativo como relativas son las verdades cuando ya no se las reconoce su absolutismo. Lo que puede más bien es conducirnos a las verdades sociales concertadas que conforman los diversos diálogos de las culturas de nuestra civilización global.

El aparente caos informático, punto común de referencia para los medios que pierden piso con los medios digitales, no es más que la variedad de visiones de nuestro mundo diverso, poblado de diferencias culturales, donde se cruzan lenguajes, razas y modos de vida. En vez de confusión, son oportunidad de enriquecimiento vital en un diálogo abierto, donde nuestra comprensión y solidaridad humana pueden superar el vacío que llenaba  el dogma y la dependencia mítica de creencias y religiones.

La nueva abundancia de los medios nos permite compartir nuestra vida en un medio de relaciones más libres, conversaciones, amigos, encuentros, representaciones cinematográficas, artísticas y literarias, para convertir así el microcosmos de nuestra individualidad en la dignificación vital de nuestra pluralidad cultural.

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