Compartir

En la segunda escena del Acto II de Parsifal de Richard Wagner, el joven guerrero llega a un jardín donde dulces y bellas doncellas lo tientan, para en verdad, vengarse de las acciones pasadas que él había cometido, que no era otra cosa, que haber dejado sin sus respectivos hombres a estas mujeres. Es el momento donde deviene su nombre, Parsifal, retrocediendo al momento de su origen: su madre lo había protegido de los destinos de su padre, y por eso, Parsifal al abandonarla, ella muere de profunda tristeza.

En esta escena, el personaje nos lleva a los acontecimientos contemporáneos que se vinculan, unos y otros, al terrible proceso donde la civilización de Europa, paso a paso, comienza a diluirse. Parsifal que es un guerrero imbuido de la mística teutónica-medieval y cristiana – referencia a los inicios culturales del continente – se da cuenta que ha sido él mismo quién ha matado su origen, su raíz, su profunda maternidad.

En los últimos tres años hemos visto caer las economías de distintos países de Europa. El comienzo fue con Portugal y Grecia. El primer país, representante de ese ímpetu por navegar los mares, colonizar los continentes y hacerse de las riquezas del mundo. El segundo la cuna de la cultura occidental, con toda su influencia intelectual, artística y matemática. Y así se fueron sumando, hasta llegar a España, ese país que fue el imperio donde nunca se ponía el sol e Italia, la cuna romana y el nacimiento del universo de las letras y las leyes. A su vez, la Iglesia, la Católica, Apostólica y Romana, heredera del legado petrino y del imperio de Constantino, que imbuida por corrupción de dineros, pedofilia y redes de protección, daba un golpe final con la renuncia del Papa Benedicto XVI, con su corolario de declaraciones donde evidenciaban las razones.

Sumemos la crisis social. Acostumbrados los europeos al bienestar, ven caer sus realidades. Por eso se han volcado a las calles. Además no han dudado en abrir el peligroso  proceso de deslegitimar sus clases políticas, que experimentan la crisis moral más profunda que han vivido desde el período de entre guerras (1918-1939). Las personas tienen un ánimo perpetuo de provocar el derrumbe de la ficción europea. No hay desidia en estos actos, sino  una leve esperanza por darse una oportunidad, y esa oportunidad se traduce en construir una Europa mucho más real, menos líquida y actoral.

Es el derrumbe de las pirámides en Europa. En esto coincido con Mauricio Tolosa en el cual dice, que  “Ese el gran quiebre que hemos empezado a vivir: la manera en que los seres humanos conviven con los otros, crean y creen en sus verdades, dan y quitan poder a las instituciones.” Pues bien, en Europa no solo se vive una crisis económica y política en gran parte de los países y la Iglesia Católica, sino que es un proceso complejo y dinámico, donde las estructuras de poder ya no han sido capaces de generar el orden social que persista la naturaleza de la comunidad humana. Es más, aquellas estructuras de Europa han mermado en su efectividad, y la gente, dándose cuenta de eso, ha comenzado a generar una criticidad social.

El Parsifal de hoy, ya no puede gozar de esas doncellas, y junto con eso, ha descubierto que ha matado indirectamente a su madre, su origen. Es decir, el Parsifal de hoy, agotado de sí mismo y su bienestar superfluo que la sociedad le otorgó, le ha permitido ver la luz, y esa luz, le dice que la estructura que lo sostiene, ya no existe como tal, sino más bien, se ha destruido, ha muerto. En el escenario, se pueden ver las naciones y la Iglesia que dieron sustento original al continente, en autodestrucción, en esa incómoda dilución de sus pilares, como una imagen poética-trágico de la modernidad.

Europa puede caer en el nihilismo. Esa actitud de observar con cierta lejanía el derrumbe de todo, la utilización de los pequeños pedazos de la pirámide para sortear el hambre de esa inmoral clase política y de los predicadores de los lobos, mientras se incendian las raíces y los orígenes. Como también puede tener la actitud de Parsifal guerrero, que vive sus procesos de buscarse a sí mismo, sortea las dificultades, los ritos fúnebres y sanar las heridas, para en un acto de redención, construir una nueva realidad, o un nuevo orden para interpretar aquella realidad.

Las oscuridades de Europa puede ser el origen de la Luz.

(Fotografía del mismo autor)

 

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *