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Últimamente hemos sido testigos, para los y las más perspicaces tal vez, que la historia de la que se llenan tantas bocas hoy, a los 40 años del golpe militar, civil y político, está siendo narrada más para los jóvenes que no vivimos aquella época, que para los mismos protagonistas, con un tono que a mi en lo personal me molesta.

Caracterizan a los jóvenes (la gran mayoría, así lo hace) como una especie de entes que no entienden nada de la historia, por el sólo hecho de no haberla vivido, lo cual no sólo es un acto de arrogancia tremenda, pues yo y mi generación, somos nietos de la cruda dictadura de la que no se habló por mucho tiempo, ni en la familia, ni en la escuela, ni mucho menos en los medios (más tradicionales/conservadores), sino que, además de un error típico a estas alturas de las esferas políticas.

Sinceramente, señalar al joven de hoy en día, como un sujeto desinteresado de la política o de la historia, es nuevamente hacer vista gorda, más por miedo que por ineptitud, de los miles de jóvenes que constituimos una nueva forma de hacer política, desde la calle en el sentido extra institucional, hacia las fallidas representaciones, tal y como señalan todas las encuestas. Y es exclusivamente porque las instituciones han fallado. Esas mismas instituciones que no se han hecho cargo de la memoria histórica de éste país, al menos no en el sentido necesario, estaremos de acuerdo que el Museo de la memoria, tal vez el acto físico más importante de la ex mandataria, hoy candidata nuevamente, no sólo es insuficiente, sino que también mezquino, pues la memoria no es sólo un monumento, debe ser mucho más que eso.

No parece justo con la juventud, tratar de enseñarnos que para que nunca más en Chile existe una dictadura como la que hubo, hay ciertas indicaciones que no debemos cuestionar, omitir o rebatir. Así no funciona la democracia, y esa lección la hemos aprendido más los jóvenes que cualquiera, a punta de acciones políticas que no caben dentro de esta institucionalidad que se debate entre la vida y la muerte.

¿Cómo se unen esos dos puntos que recientemente señalaba? Básicamente entendiendo que la verdad y la justicia está más allá de cualquier periódico y/o imágenes televisadas, así mismo como lo ha comprendido la juventud de este país hace algún tiempo, con mayor fuerza que antes. No hay que olvidar que la vanguardia históricamente la han otorgado las ideas y acciones de los más jóvenes.

Cómo dijo alguna vez Salvador Allende “ser joven y no ser revolucionario es una contradicción casi biológica” en su sentido más amplio, que en nuestros intelectos jóvenes yace la vanguardia de nuestra sociedad. Y para darles una lección de historia a aquellos ególatras que se aferran al último bote institucional, es bueno que refresquen su memoria al recordar que el último hombre que veló realmente por la institucionalidad de este país fue muerto a manos de los militares y sus cómplices pasivos.

Somos los jóvenes quienes hemos demandado y construido la historia política de este país que no cabe en el palacio de gobierno, manchado con sangre hace ya 40 años.

 

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