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En este último tiempo, el aula, se ha puesto, en el centro del debate educativo. Se entiende que en este espacio, se define el aprendizaje de los estudiantes. Por ello, inicialmente se estableció una Comisión, ( “TODOS AL AULA” ) para “podar” del quehacer de la escuela y de la aula, todo aquello administrativo, que hace de la enseñanza un mero rito secundario y “AULA SEGURA” en donde el comportamiento ,no deseable y repudiable, de un grupo de estudiantes de 7 u 8 colegios emblemáticos de la comuna de Santiago ( Existen en el país, 11.858 establecimientos) , y se quiere criminalizar a 4.091.279 estudiantes de la educación básica, media y superior.

Mas, el aula está, en un contexto educativo y en el siglo XXI. Esto quiere decir, que debiéramos de revisar lo que acontece en la interacción pedagógica, partiendo del supuesto efectivo que no es solo el aula, quien entrega información, también lo hace internet, las redes sociales, los medios tecnológicos y los contextos educativos. Por ello, la relación pedagógica, hoy en día está en cuestión. Pues, la autoridad de ayer, el profesor o profesora decía y dictaba y el silencio reinaba, y esto, no es posible concebir, en el mundo de hoy. Pues, no hace posible, que exista la interacción pedagógica, donde el foco debiera estar en el aprendizaje y en los aprendices y en una relación dialógica significativa.

Por tanto, debiéramos necesariamente de concebir, un nuevo curriculum, que supere, el asignaturismo, el foco en la enseñanza y en el aprendizaje bulímico (Tragar, para vomitar en las pruebas y luego olvidar) Migrando al centro del aula y del quehacer educativo, a la investigación, a las preguntas, a los intereses, a las habilidades, y las motivaciones y emociones de los aprendices. Al respecto, es clave, para este abordaje, que la formación inicial y continua de profesionales de la educación, cuenten con las NEUROCIENCIAS y la EPIGENETICA, ciencias de este siglo, que nos permiten conocer el funcionamiento del cerebro y las distintas memorias, por ejemplo, y de los entornos biosicosocial y los estilos de vida, y de lo que vivieron, las generaciones anteriores de los estudiantes.

Concluyo, expresando que debiéramos de poner en el fondo, la interrogante al país, acerca del fin de la educación. Y a partir de allí, redefinir el curriculum y el rol de la escuela, de los docentes, y de los aprendices, de las tecnologías y de los factores que inciden en el aprendizaje (Apego y afectividad; nutrición y actividad física; la música y las artes y respeto al enfoque de género, a los derechos humanos, a los pueblos originarios). Por mi parte, la vida es para ser feliz y la escuela y el aula debieran ser, las vías que permitan, esta construcción permanente, la felicidad, facilitando a los protagonistas del aprendizaje, diseñar un nuevo paisaje en el horizonte del conocimiento. En pocas palabras, debemos de establecer el AULA FELIZ.

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