Tanquetas ahogan la ciudad,
Dedos en el gatillo,
Miradas de odio,
Bandas callejean amenazantes,
La marabunta lo destruye todo a su paso,
Recordamos otros tiempos,
Santiago del Nuevo Extremo
otra vez arde.
Perros sueltos en el paraíso,
Me muerden las pantorrillas.
La bestia alarga el juego,
Saca la voz perico,
Solo una palabra que conjure que estamos en guerra.
Mi compañera solloza y grita impotente
Me acuesto entre sibilancias y temores,
Se nos vienen perros rabiosos,
Nadie aun cree que estamos en el tiempo de la muerte.
Pasan nubes caracoleando,
Levantamos manos como espadas
nos damos abrazos,
Pañuelos blancos se agitan en las ventanas.
Las Hogueras se apagan,
Las familias se abrazan
Se multiplican marchas
Y canticos alegres.
Se cruza un niño en la calle,
Vestido de llamativos colores,
Y con la mano abierta saluda.
Alguien cae herido por perdigones,
Nadie puede alegar que no lo vio,
La bestia gime y se retuerce,
y nos pide perdón.
Los hombres se abrazan y esperan,
Les cae la chaucha y se abrazan
relámpagos caen sobre la ciudad,
Purificándola de sus pecados cardinales.
Me llama un antiguo amigo,
Sueña con vestales vestidas de blanco,
En medio de tormentas de granizo,
y relámpagos de fuego,
Levántate, Lázaro, camina.
Se escuchan canticos de guerra,
Pacíficamente reúnen en las plazas,
haciendo sonar cacerolas,
La ciudad despierta después de un escenario de escaramuzas.
Jóvenes cada vez más jóvenes,
Juegan al pillarse con la policía,
lanzan piedras y cocteles molotov entre risas e imprecaciones,
Después se abrazan como si fuera una fiesta y comen sanguches.
Nadie habla de revolución, ni de mundos nuevos,
Es la explosión de la desesperanza,
La ciudad se levanta de sus heridas
Intenta recobrar su vida entre quejidos,
Salud, y fuerza,
en esta hora de la muerte,
Ya nada será lo mismo,
Todo ha cambiado.