Compartir

1. Razona en los nidos: espiritualidad, espíritu (pneuma),
respiración. Los pueblos que visitan sus contenidos
saben de lo que hablan cuando imaginan.
Porque faltan
testigos de tu densidad busco fórmulas para que te quedes
en cuerpo y alma con nosotros. Muchas veces pensaron que sí,
que era verdad, que eran efectivamente un cuerpo -uno solo-
que habitan y los habita. Y que las emociones producidas
por ellos mismos cuando entraban en contacto deberían ser
almacenadas en alguna parte del universo y mantenerlos vivos.

Nadie conduce la lluvia como lo hiciste en medio del invierno
torrencial, ni nadie toca el acordeón con ese sentido
de trascendencia que humaniza hasta las piedras
(salus extra Ecclesiam). Denunciaste los atropellos
porque teníamos derecho a otros manantiales que asociabas
con el agua viva, y porque la fidelidad a Jesús -encarnado
en el mundo de los que sufren- es más grande
que un barco lleno de manzanas.

2. Cuida para que no desaparezcan en la fugacidad vivida,
sentimientos que tenían por misión modificar la geografía
humana, la corteza cerebral y que tienen tal hondura
que hasta a los bosques incendiados regresan los pájaros.
La Bella del alma que nunca amaneció abandonó la pieza y dejó
servido el café.
La casa donde vivías y que seguramente
no era tuya, era una casa de madera con camastro y la Biblia
latinoamericana de tapas verdes como la que me regaló
Hugo y Peter, que había sido leída muchas veces,
hojeada y trabajada. La foto de tu madre iluminaba
más que el retrato blanquizco de la Virgen María y esa luz,
se extendía por sobre la mesa de comedor cubierta
con un mantel de hule a cuadrillé. Instalado cerca de la cocina
tenías el cirio casi nuevo del simposio de los Derechos
Humanos, ese que tiene escrito pájaros azules.
Con la pierna izquierda quemada con aceite hirviendo
regresó de sus viajes, constató que todo estaba consumado.
Cuando los ángeles cargan sus armas, ninguna tristeza
es comparable al canto de los sirgadores del Volga que remolcan
embarcaciones mientras el horizonte se cae a pedazos.
Y ese hecho a Simone (Weil) no le es indiferente. Camino a Damasco
el resplandor derriba el caballo de Pablo
.

3. Con Juan Silva del Ictus instalamos una tota-light,
la única que teníamos, de esas que se calentaban
y que algunas veces hacían saltar los tapones. Cuando
encendimos la luz bajo tus cejas pobladas, aparecieron los mares.
Y que quizás no son mares sino evangelios u otros
libros de amor que deberán escribirse. Aunque pensé que ese día
de lluvia no era el mejor para entrevistarte, las palabras
comenzaron a llegar de distintos lugares a ese centro
de adoración que es el diálogo de los pobres cuando sinceran
sentimientos. Nunca sabremos con certeza porque llevábamos
marcas de cadenas en muñecas y tobillos. Estábamos
tirados en las cunetas por donde corrían las aguas
servidas de la sociedad industrial y la sociedad residual
del neoliberalismo.
Cuando te contacté para esa entrevista
vestías mameluco manchado como el que usaba Clotario.

4. Te expliqué que el vídeo lo mostraríamos en un retiro
de jóvenes en Punta de Tralca. Sin decir está bien,
aceptó. Primero contaste que el salón de tu casa materna
tenía pianos afinados de diferentes maneras. Y que ese salón
era dos veces más grande que la casa donde ahora
vivías. Y que cuando joven estudiabas arquitectura
y tenías una novia a la cual le enviaste bendiciones estuviera
donde estuviera. Supe -por intuición- que no la habías
olvidado. Y esa sensación de humanidad se hizo parte
del paisaje. Atónita porque ante sus ojos la piedra
de la realidad sangra. Como las carnes a medio cocinar,
despreciaste las verdades a medias. “Yo te voy a sacar
de sus sepulcros, pueblo mío, y te voy a llevar a la tierra
que te pertenece”.
El Señor de la vida y la historia, me dijo,
me invitó a servir al mundo de los pobres. A transformar
las desigualdades en justicia social y el desprecio que tienen
los sistemas por los excluidos en civilización del amor.
No quiso que amara a una mujer, sino que a todas
las mujeres. Tampoco quiso que fuera arquitecto,
sino un maestro de brocha gorda. Cuando apagamos la luz
de la tota light la pieza continuó iluminada.

Santiago, de Chile, noviembre 10 del 2019

Compartir

5 Comentarios sobre “Mariano Puga: Canción de Amor a tres voces

  1. Gracias Gustavo, gracias Mariano. Un día, no hace mucho, Mariano me dijo, preocupado, que él no había logrado traspasar la posta a nuevas generaciones. Le dije que así de incierto y frágil era el Reino del Evangelio, que lo demás era de césares… tienes razón, me dijo. Mariano que agoniza, ya vive en la Iglesia nueva que todavía no se ve.

  2. Gracias Gustavo. Ví a Mariano en el velatorio del sacerdote José Aldunate; luchando, pese a su enfermedad, por caminar junto a quienes estábamos allí en la romería desde el Museo de los Derechos Humanos hasta la Iglesia de Sagrados Corazones. Fue un día triste, porque sentíamos que junto con despedir a Aldunate estábamos diciendo adiós a una parte de nuestras vidas junto a una Iglesia que ya no existe. Y Mariano es quizás una de los últimos sacerdotes de esa época y de esa cruzada.

    1. Este verano pasamos con Hugo -a quien mencionas junto a Peter en el texto – por la iglesia de Colo (Chiloé); nos cayó el chapuzón más impresionante que he vivido, pero, como tú dices al final del poema que la lámpara apagada seguía iluminando, el agua de esa lluvia fue como un bautismo, como una purificación, para seguir caminando en este mundo. Abrazo hermano Gustavo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *