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Ser parte del mundo humano implica adecuar el cerebro, sus configuraciones y sinapsis a los caminos aceptados por la sociedad humana: a las emociones, los lenguajes, las percepciones, los movimientos, la imaginación, la realidad, que la comunidad humana ha desarrollado como su manera de vivir y relacionarse entre sí y con el entorno y los demás seres vivos.
Para llegar a ser parte del mundo humano, fortalecemos los troncos y ramas que lo constituyen y podamos intencionalmente o dejamos morir por falta de uso, los brotes y ramas que no pertenecen a lo definido como “humano”.
Al nacer el cerebro inicia su ramificación, ciertas ramas se desarrollan y fortalecen y llegan a formar troncos; otras, no alcanzan a brotar, no se usan, no se riegan, se secan. Es una poda intencional o por falta de uso.
Relacionarme o comunicarme con el manzano requiere revivir, regar esas ramas que parecen secas, pero que donde quizás en más de alguna hay brotes latentes, como sucede con un árbol cortado hasta el suelo, pero cuyas raíces vuelven a brotar, o, con esas ramas que no dan señales de vida y de pronto brotan y florecen.
Quizás la separación de la naturaleza y de la vida y la integración al logos donde el ser humano es el rey absoluto de la pirámide de la Vida sean parte de la poda fundamental de la sociedad humana occidental.
En la selva, en el bosque, en la estepa, en la montaña, en el desierto, en el mar, es difícil sentirse el centro de la creación. Pero en la antropósfera la consideración de la humanidad como la expresión máxima de la evolución es totalmente aceptada. La especie humana define todo lo que es, partiendo por ella misma.
Respirar con el manzano, ver abrirse sus botones, sentir su fragancia como una llovizna, vibrar con su energía, sentir sus ritmos, entender sus necesidades, son maneras de regar los brotes nacientes de ramas del cerebro que parecían secas, sin cabida ni utilidad.
La comunicación con el manzano o con cualquier planta no ocurre solo en el logos humano sino que nos reubica en el mundo de lo Vivo, del que aunque a veces lo olvidamos, somos parte. La comunicación con las plantas invita a redefinir y ampliar nuestras capacidades, a arborecer nuestro cerebro en un nuevo mundo compartido con la naturaleza y la vida.

 

(Fragmento del libro inédito “conversaciones con un manzano”)

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2 Comentarios sobre “Arborecer el cerebro

  1. Excelente reflexión, invita naturalmente a leer el libro de Mauricio Tolosa y enriquecer así la experiencia maravillosa de haber leído algunos de sus haikú. Ahora a arborecer nuestro cerebro…

  2. Cierto, las plantas nos dan una gran lección de vida. Reconozco que en tu taller florecer, pude aprender a escucharlas. Gracias Mauricio.

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