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La maqueta del futuro edificio de Amazon en Arlington (Virginia) ha sido comparada con la bíblica Torre de Babel. Curioso. En dicho capítulo del Génesis, los seres humanos se unieron para construir una torre poderosa, capaz de llegar al cielo. Fueron castigados con la confusión de los idiomas y el inicio de los desacuerdos. Como sabemos, Amazon es uno de los gigantes tecnológicos junto a Google, Apple, Microsoft, Alibaba, Facebook, Twitter, Youtube y otras plataformas que mueven el comercio, la cultura y las relaciones humanas. Acusadas de monopolio y de teorías conspirativas, estas compañías se han ganado el amor, el temor, la admiración y el odio de muchos. ¿Porqué esta visión apocalíptica?

Jaque de Poderes

Internet se comenzó a masificar cuando la globalización ya había derribado fronteras y ampliado horizontes. Grandes ejemplos fueron la caída del muro de Berlín y la consolidación de la Unión Europea. En cuanto a comunicaciones, la televisión satelital, el computador PC y los fonos móviles abrieron las puertas (y ventanas) al mundo. Durante los inicios del siglo XXI, la pugna entre identidades locales y la homogeneidad global, fue la tónica. Las plataformas digitales llegaron en el momento exacto en que los medios tradicionales de prensa perdían influencia y emergían las individualidades, las tribus digitales y las verdades relativas.

El cosechar “likes” puso la popularidad al alcance de todos. Ya no era necesario darse a conocer por la radio, televisión o diarios. Asuntos como el “opinar sin filtro” y la concordancia entre libertad de expresión y extremismo (a todo nivel), fueron marcando la pérdida de credibilidad en las instituciones democráticas.

Las pugnas no solo han afectado a los gobiernos y partidos políticos, también a las casas comerciales de cemento versus los mercados virtuales. Antes de la pandemia, gremios como el de los taxistas y sindicatos de otros rubros, salieron a la palestra exigiendo eliminar la “competencia desleal”. ¿A quién pagar impuestos? Otra pregunta clave de comerciantes y gobiernos.

El manejo de internet

La censura realizada por Facebook , Twitter y Google al ex presidente de los Estados Unidos, Donald Trump (incluyendo a varios de sus senadores) fue un caso interesante por tratarse de personajes políticos atrapados en sus propios deseos de normar el uso  de las plataformas virtuales y claro, de cuestionar a la espina dorsal del sistema: la internet.

El debate sobre el poder de las empresas privadas para amonestar a los mandatarios salió al tapete académico. ¿Cuáles serán los futuros criterios?. Hasta el momento, lo  normal era prevenir la manipulación estatal sobre los privados, no al revés. Las Constituciones de los países democráticos establecen la protección de las libertades privadas y ciudadanas frente al poder del Estado. En las redes sociales, reclamos de usuarios por la censura de palabras, también generó preocupación. Las empresas digitales se han defendido apelando a que los propios gobiernos han insistido en establecer reglamentos de uso para las plataformas. Un modo legal de prevenir llamados al odio, racismo, persecuciones y noticias falsas.

Miedo a la libertad

Ante la polarización e intolerancia social, la existencia de los conglomerados digitales, se ha convertido en “la pulga en el oído” para gobiernos y fanáticos de todos los colores políticos (y religiosos). Netblock (The Internet Observatory) es una agencia que lleva cuentas gráficas con las “caídas” de la red, censuras a websites y redes sociales en diversos  conflictos internacionales. Entre noviembre del año pasado y enero del 2021, detectó bloqueos digitales en Myanmar (ex Burma) por Golpe de Estado; en las protestas de Rusia; durante las elecciones de Uganda; en un masivo corte de luz de Pakistan; en  Nashville, Tennessee (USA) después la explosión de un camión-bomba y en Cuba, durante una manifestación por la libertad de los artistas. Chad es el país centroafricano que presenta el bloqueo más largo a las redes sociales: Un año y medio, a partir del 2018.

El presentar a estos empresarios digitales como los “malos de la película” parece cimentar las ilusiones de quienes añoran el retorno a economías cerradas, sin globalización, con una internet mínima y el control absoluto de la narrativa-país.

El problema es que los actuales magnates ya no son esos señores obesos, enfundados en abrigos caros y fumadores de habanos. Millonarios como los Rockefeller,  Carnegie, Rothschild, Vanderbilt y los Ford eran fácilmente despreciados en un escenario sin leyes laborales, pleno de inmigrantes pobres, sin medicinas y escasas oportunidades. Hoy, los nuevos magnates lucen juveniles, hacen deporte, son ambientalistas y filántropos en las causas favoritas de los millennials. Sus productos y servicios son apetecidos por las nuevas generaciones, acostumbradas a la gratuidad en el acceso a todo tipo de información, mercados, empleos, contactos, libros, video juegos y a sus tribus globales. Un espectro bastante más “buena onda” que sus homólogos de la era industrial. Entonces,  ¿Porqué sigue creciendo la visión apocalíptica?.

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