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Todos los años, en enero, Gloria Gallardo cumple el mismo ritual: empaqueta cuidadosamente las piezas frágiles que adornan su casa en la playa, en el norte Chico, cubre los muebles con sábanas y guarda el generador solar que la provee de energía. La casona de adobe, cercada por quiscos de la zona y emplazada frente a una playa de olas impetuosas y arenas blancas, la esperará así hasta un nuevo viaje desde Suecia, donde la doctora en Sociología ha desarrollado una importante carrera académica. Entonces, Gloria iniciará la tarea inversa de desempacar los tesoros acumulados en múltiples travesías, que incluyen años de residencia en México, Polonia, Suecia y Chile.

Gallardo es profesora asociada de la Universidad de Uppsala, una de las más antiguas y prestigiosas del norte de Europa, investigadora y codirectora de Estudios de Posgrado en el Centro de Desarrollo Sostenible, del cual es parte Cemus, un innovador centro de investigación dependiente de la U. de Uppsala y de la Universidad de Ciencias Agrícolas. Allí además de jugar un rol académico- como tutora de estudiantes de distintas latitudes – se dedica a la investigación de proyectos de desarrollo sostenible con equipos de trabajo multidisciplinarios e internacionales Para ella, “el desarrollo sostenible no es ciencia, sino política”. Y lo que está ocrriendo en el mundo por los efectos del calentamiento global  es la mayor prueba de ello.

Gloria nació en Canela, una pequeña comuna de la región de Coquimbo, y creció en Chuquicamata, donde laboraba su padre. Mientras estudiaba en la Universidad Católica de Valparaíso viajó a Polonia, beca mediante, para aprender sociología en otras fuentes. Allí la encontró el golpe militar de 1973. En 1975 partió a Suecia y ocho años más tarde a México, donde también cursó estudios de postgrado. Entre 1987 y 1990 hizo su tesis de doctorado en Chile- acerca del sistema de propiedad comunitaria agrícola en la región de Coquimbo- e intentó instalarse en su país de origen, luego de 15 años de ausencia. No pudo.

En marzo formó parte de una delegación de dos universidades suecas para intercambiar puntos de vista en pro de un convenio de colaboración entre Chile y Suecia en el ámbito de la investigación científica .

No farrearnos el futuro

Para la doctora Gallardo desarrollo sostenible significa, en términos simples, “no «farrearnos» el mañana por el hoy”. Agrega: “Lo pongo entre comillas, porque creo que no todos estamos en la misma categoría, ya que los pobres del mundo tienen poco que ver con las fuerzas que manejan el llamado desarrollo ni se benefician de él”.

El tema marca tendencia y Gallardo tiene una mirada particular al respecto: “Los estudios sobre el desarrollo sostenible adquieren cada vez más fuerza dentro de la academia en el mundo, pero no hay recetas al respecto ya que esto no es ciencia, sino política. Que no se reconozca como tal es otra cosa. Abundan las soluciones de ingeniería social, pero faltan las perspectivas críticas que analicen la razón de fondo de los problemas. Ahí la sociología tiene un rol importante que jugar, sobre todo en los países menos desarrollados. Basta ya de copiar”.

¿Qué quiere decir con esto?

“Hoy todo el mundo habla de desarrollo sostenible. Pero, ¿ de qué se trata: de sostener la pobreza? El desarrollo sostenible se puso de moda cuando una comisión presidida por la ex primera Ministra noruega Gro Harlem Brundtland presentó un estudio en la ONU en 1987. Allí se dijo – entre otras cosas- que muchas formas de producción agrícola en pequeña escala, en diversas partes del llamado Tercer Mundo eran, en términos comparativos, más sostenibles que la producción en gran escala. Para mí cualquier proyecto de este tipo debe tener un pie en la ecología- o sea, no dañar la naturaleza-, en lo social, tiene que ser equitativo, y generar rentas. Entonces, cada país debe encontrar su forma de desarrollo mirando hacia adentro, hacia sus recursos. Por ejemplo, en Chile tenemos un enorme desierto: ¿por qué no llenarlo de paneles solares para generar energía? ¿Por qué no aprovechar mejor los recursos eólicos?. Por otra parte, tenemos una extensa costa, pero estamos vendiendo los productos del mar a un precio irrisorio y con eso no nos estamos haciendo ningún bien. Se vende barato, porque no se integran los costos de la naturaleza. Y la depredación se acentúa con la nueva ley de pesca que ha privatizado casi todo, otorgando los derechos a unas pocas familias y concentrando la explotación de los recursos de manera escandalosa.

Hay otra situación que es preciso tomar en cuenta: los países más ricos están acaparando tierras mediante la compra de territorios en los países más pobres. Entonces nuevamente se crea una dependencia y un crecimiento que no mira el desarrollo a pequeña escala con visión de futuro”.

La preocupación de Gloria por este modelo de producción la llevó a hacer su tesis de doctorado en torno a las comunidades agrícolas en el norte Chico, en especial en Canela. En este trabajo trató de explicar la persistencia de una forma aparentemente ‘arcaica’ en el contexto del desarrollo capitalista y cuyo origen se remonta al 1700 y que persiste hasta ahora “un contexto nacional donde se privatiza la tierra, la salud, la educación, las aguas y hasta el mar. Las comunidades agrícolas son un típico ejemplo de la institución de los comunes, de las que habla Elinor Ostrom, premio Nobel de economía. En Chile recibieron reconocimiento legal recién bajo el gobierno de Patricio Aylwin” señala.

Posteriormente ha estudiado la tenencia comunitaria de recursos en el mar; es decir, áreas de manejo de recursos bentónicos (aquellos que crecen en el fondo marino), que se desarrollan en Chile desde fines de los 90s y que se conocen como AMERB. Dice al respecto: “Teóricamente las áreas de manejo y las comunidades agrícolas tienen mucho en común. Los pescadores que forman un colectivo administran los recursos del mar en conjunto, los cuidan, los extraen y los venden repartiéndose los beneficios económicos y dejando una parte para el bien común. Estos serían un ejemplo moderno de un manejo más sostenible de los recursos que están amenazados en nuestro país y en el mundo”.

Obstáculos, raíces

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Huentelauquén, región de Coquimbo

Todas las investigaciones que lleva a cabo Gallardo son fruto de un trabajo permanente y sistemático que incluye la búsqueda de recursos. Y, como se sabe, desarrollar una carrera académica no es fácil para una mujer; ni aún en Suecia, donde la equidad de género refleja grandes avances. De hecho, la universidad de Uppsala, cuya existencia data de 1471, recién ahora tiene en la rectoría a una mujer. Otro tema a considerar es su condición de extranjera

“En Suecia hay varias mujeres en cargos importantes en las universidades y también son fuertes en política. Como inmigrante, la cosa es más difícil: si las mujeres deben ser doblemente habilosas que los hombres para ser reconocidas, a las inmigrantes les cuesta aún más. Al menos en Suecia una de las garantías que tiene la academia es que cuando comienzas a hacer carrera y postulas a un puesto cuenta tu producción científica, la que además es evaluada por expertos internacionales o de otras universidades. Aunque, claro, la meritocracia no siempre funciona en la práctica. Me ha tocado verlo y vivirlo de muy cerca”.

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Puerto Manso, región de Coquimbo

A lo largo de los últimos diez años ha participado en investigaciones que van desde la pesca artesanal (en Chile, Vietnam, Sudáfrica) y la incorporación de las mujeres a laas faenas en el mar, al efecto del cambio climático en los renos, en el polo norte. Chile está considerado en forma constante y últimamente los estudios la han llevado a distintas caletas de norte a sur: desde Puerto Oscuro (en la región de Coquimbo) a Cocholgüe, (en la del Bío Bío). Es, en cierta forma, un modo de luchar contra el desarraigo:

“Las raíces culturales del ser humano, las del terruño, funcionan como un imán; imán que se va haciendo cada vez más poderoso mientras más avanzas en edad. Parece una cuestión de física. En la tierra de uno está el pueblo que te vio nacer, están las playas y el mar de tu niñez, lugares mágicos en los que te convertiste en adolescente y luego en mujer al son de Caminante no hay Camino y de Penélope, de Joan Manuel Serrat. Y, por supuesto, está la familia, las amigas y amigos, los que se quedaron en Chile y los que han regresado al país. Compré una casa en el norte, al lado del mar, pensando en heredar a mi hijo el amor a ese mar que siempre me ha atraído tanto. Esa suerte de enraizamiento es la mejor herencia que puedo dejarle y tal vez a los hijos que él tenga en el futuro”.

 

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