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Las regiones con justa razón reclaman la concentración del poder político y económico que hay en la capital, que de no corregirse hará de Chile un país dividido en dos: el metropolitano del gran Santiago y su entorno y el país periférico de las regiones.

Pero esta situación tiene su réplica (en el sentido estricto del término) en los espacios subnacionales, donde la cabecera regional también recibe los beneficios del crecimiento y, por la vía de un proceso de similares características a lo que ocurre en el contexto nacional con el centralismo, se ven postergados amplios espacios territoriales. Esto es lo que ha venido sucediendo con la provincia de Malleco.

El momento esplendoroso ha quedado consignado en los tiempos en que se identificaba a esta zona como el “granero de Chile”; pero en la memoria histórica la vieja administración de 25 provincias se asocia a una época de menos postergación e indiferencia que la vivida en años más recientes. Analizar lo que ha conllevado el proceso de regionalización iniciado en 1975 y las transformaciones productivas que ha instalado el modelo económico imperante, nos conduce a constatar que más bien esta área geográfica ha seguido padeciendo las consecuencias de un inadecuado manejo de sus recursos naturales, resultado del uso intensivo de los suelos para la producción de trigo en el pasado el cual ha sido remplazado por la explotación de pino radiata y eucalipto. El fuerte centralismo regional de los servicios públicos ha sido un obstáculo serio a la hora de detectar las externalidades negativas de la actividad forestal o de apoyar decididamente el potencial frutícola o, lo mismo que el emprendimiento productivo.

Parte de las dificultades esta provincia han tenido más atención como resultado de las reivindicaciones de las comunidades mapuches, pero en general se adolece de los canales efectivos que se requerían para vencer los poderosos obstáculos que impiden el desarrollo. Las consecuencias del último terremoto en Angol no hacen más que consolidar este macilento escenario: el único hospital de campaña en funciones está en la ciudad de los confines. Así, también  los escombros acompañaron por meses  sus calles. Pero la debilidad de la opinión pública y una cierta resignación aprendida obtienen como resultado la invisibilización  una y otra vez de las causas mallequinas.

Ciertamente no es mi intención  decirle a la ciudadanía de área norte de la región cómo debiera hacer para superar este cúmulo de aberrantes postergaciones, también es pertinente reconocer los avances desarrollados en actividades turísticas como el programa Araucanía Andina o la emergencia como destino de Capitan Pastene y otros emprendimientos, pero da la impresión de que será imposible superar esta situación, sino se eligen auténticos líderes comprometidos con sus electores, a los que conocen desde siempre y que tienen la capacidad de trabajar en equipo.

Ayudaría exigir una mayor descentralización del aparato público para generar iniciativas de educación, cultura y activación económica que potencien el capital social. Exigir con fuerza y con participación organizada que instituciones como el gobierno regional, la Agencia de Desarrollo Regional y CorAraucanía y las universidades se pongan como meta la generación de oportunidades, de manera que el Censo de 2022 sea indicador de una provincia de Malleco  que aumenta su población (no como sucederá con el del próximo años en el cuál disminuirá) y con una ciudadanía empoderada y próspera.

 

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