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Es alentador saber que en la creación no hay fórmulas ni leyes.  Quizás hay tantas formas de crear como personas.

En mi experiencia, el camino que recorro parte de una conexión con algo que aparece en mi campo perceptual  o que vivo, y desde ahí, dejo que nazcan ideas e imágenes. En dramaturgia, ese recurso es llamado “imagen dramática”. A partir de ella, surgen los relatos. Escribo espontáneamente, sin restricciones y luego necesito que alguien  lea y critique lo que he escrito. Ese alguien puedo ser yo misma, más tarde. Siempre he apreciado esos esbozos como el primer paso para llegar a expresar lo que quiero. Cuando reescribo, creo que busco especialmente la comunicación con otros. “No, esa palabra no es la justa”, “No, esta frase es confusa”. “No, no es eso lo que pienso exactamente”.

En lugar de ahondar en esa experiencia personal,  me inclino por compartir algunas ideas de Chögyam Trungpa, maestro espiritual y artista tibetano, quien exploró el proceso creativo a la luz de la disciplina contemplativa.  Trabajó con muchos artistas del teatro, la poesía, la danza y otras disciplinas, inspirándolos a desarrollar la percepción desde un estado de mente relajado. De  ese modo, los ayudó a ver lo incondicional que tiene la realidad.

Cuando leemos en El principito, “lo esencial es invisible a los ojos”, podemos entender que el proceso creativo es un camino para revelar esa cualidad primordial, no condicionada.

Chögyam Trungpa dice,  “El ámbito de las percepciones no tiene límites, a tal punto que la percepción misma es primordial, trasciende el pensamiento. Hay sonidos que no hemos oído jamás; hay colores que nunca hemos visto, hay sensaciones que jamás hemos experimentado.” Y también, “Usualmente, limitamos el significado de las percepciones. Lo que vemos lo adecuamos a un esquema cómodo o familiar. Pero es posible ir más allá de la interpretación personal, dejar que la vastedad entre en nuestros corazones.”

En esa perspectiva, las percepciones sensoriales son sagradas y  los artistas son considerados personas espirituales. La percepción no es solo lo que percibimos, sino la totalidad del acto de percibir: la interacción entre la conciencia, los órganos sensoriales y su respectivo campo sensorial- las formas, sonidos, olores, sabores. Debido a la extraordinaria amplitud de la percepción, todos nosotros tenemos posibilidades de comunicarnos con la profundidad del mundo.

 

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