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Se cumplen 45 años del Golpe Militar y la redondez de la cifra ha abierto paso a un esfuerzo por conmemorar los hechos y darles interpretaciones diferentes, de acuerdo a los intereses de cada sector, gracias a la pérdida de memoria de los detalles proporcionada por el tiempo transcurrido.

Evidentemente, el hecho que cerca de la mitad de la población haya nacido después de 1973 o que haya sido muy joven en el momento de los hechos, facilita el intento por dar interpretaciones creíbles, aunque sean evidentes mentiras para quienes vivieron en la época y no han podido o querido olvidar.

Al margen de la manipulación de la memoria, hay dos formas de ver la historia: Una es retrotraerse a la época y sus circunstancias, otra es mirar el pasado desde la perspectiva actual y entre ambas hay importantes diferencias causadas por la inevitable evolución de los tiempos y sus cambios en la mirada.

En 1973 había un Gobierno cuestionado pero democrático, la Democracia Cristiana era el partido más grande en términos individuales y se había asociado con una derecha que no tenía las divisiones que tiene hoy porque aún era una derecha asociada a la aristocracia rural.  La intensidad de las transformaciones sociales en la Unidad Popular era puesta por los socialistas mientras los comunistas recomendaban poner el pie en el freno y consolidar las conquistas antes de avanzar más.

Hoy en día, la Democracia Cristiana ha perdido mucha de su fuerza pero aún no termina de aceptar que ya no es el partido que define la historia, la Derecha ha logrado esconder sus diferencias para alcanzar el Gobierno y la Izquierda se encuentra en un proceso de entendimiento de su derrota electoral y fraccionada por la aparición de nuevas fuerzas que no reniegan del pasado pero que ponen el acento en el recambio generacional y piden mayor velocidad en los cambios.

Es en ese escenario que todos tratan de interpretar el Golpe de acuerdo a sus perspectivas, buscando que la historia beneficie a sus intereses presentes y explique sus alianzas actuales , pero ignorando que, en definitiva, la historia le pertenece a la gente.

Está visto que el Golpe aún divide mucho y hay buenas razones para que sea así.  No se pueden borrar los abusos injustificados y sádicos, ni se puede reescribir la historia al antojo de cada quien.

Mientras ese episodio siga siendo tan controversial es inútil pretender una revisión histórica fidedigna y objetiva.  Hasta que ello no ocurra, cualquier interpretación es posible y al mismo tiempo cuestionable.

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