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La característica más evidente del haiku es su forma de 17 sílabas ordenadas en tres versos de 5, 7 y 5 sílabas. Esta forma métrica es solo una dimensión de la práctica del haiku, y no es la más fundamental. Si aplicáramos esa regla con excesivo celo, prácticamente ningún haiku podría ser traducido de un idioma a otro. El haiku no es conteo de sílabas o una especie de sudoku poético.
El haiku es primero una experiencia de presencia plena en el instante y requiere de un escritor con oficio para dar cuenta de esa experiencia en 17 sílabas. Es como una fotografía multidimensional que integra los perceptos, los afectos y los conceptos para acercar al asombro, a la magia e incluso a dimensiones animistas o espirituales.

Dar cuenta en solo 17 sílabas, de un momento de plenitud, de integración interna y también con el “afuera”, puede sentirse como una rigidez mutiladora, pero también tiene una dimensión liberadora, ya que en algún sentido absuelve al escritor del fracaso inevitable de intentar traducir un instante sublime a un texto.
El escritor de haiku necesita la complicidad del lector quizás más que en cualquier otra práctica literaria. La lectura del haiku requiere un estado de apertura sin el cual es difícil que logre desplegar su potencia.
El haiku es una integración del instante con el texto del escritor, pero también del texto con el instante del lector. Esas 17 sílabas son como un portal temporal de almas, un espacio intermedio que invita a la comunión de los lectores con el autor.

La sala Ercilla el día de la presentación.
La sala Ercilla el día de la presentación.

El primer libro de haiku publicado en Hispanoamérica fue “Un día…” del mexicano Juan José Tablada, en 1919, que abrió la exploración de esta forma poética japonesa que posteriormente han visitado ilustres escritores de nuestro continente. Quizás los más reconocidos en este encuentro poético de oriente y occidente, son Octavio Paz y Jorge Luis Borges, cuyas conferencias sobre el haiku, a principios de los ochenta, despertaron el interés de Theodoro Elssaca por esa forma breve y mágica. El diálogo poético en torno al haiku cumplirá un siglo el próximo año. Qué gran momento para la aparición de Celebración del Instante.

Con esta obra, Theodoro se hace parte de ese encuentro desde un lugar personal, que fusiona mundos con audacia y libertad, constituyendo una experiencia sorprendente y mágica para el lector. Este espíritu se anuncia desde la portada cuando un círculo dorado sobre fondo rojo, recuerda la bandera de Japón y también los círculos solares de oro de las culturas originarias de América, tema axial en la obra literaria y visual de Theodoro. Cuando uno recorre el libro se encuentra con la pintura japonesa sumi-e, con las caligrafías de la maestra Junko Kuroda y con los caligramas creados por el mismo Elssaca, un eco gráfico-poético en el que resuenan Apollinaire y Huidobro.
Estamos advertidos, no se trata de un libro de haiku purista, sino de una fusión de mundos, por momentos barroca e irreverente.
El libro está formado por 366 haikus, ordenados en 12 capítulos temáticos. En estos, al igual que en la gráfica, conviven mundos distintos, algunos más próximos al espíritu tradicional del haiku, otros que parten desde un estado mental y una fuerte presencia del hablante que desafiará a las escuelas más conservadoras.
Pero como decía el propio el propio Matsuo Basho, citado por Octavio Paz, “no sigas el camino de los antiguos, busca lo que ellos buscaron”. Esa es la búsqueda a la que invita Theodoro Elssaca en este Chile ya instalado en el siglo 21.

 

Portada de Celebración del Instante
Portada de Celebración del Instante

Cuando leí las primeras versiones de este texto me intrigaba como Theodoro hacía caber en el 5/7/5 los lugares y mundos de la poesía latinoamericana, con un lenguaje a veces cargado de referencias culturales, mentales y conceptuales y, a pesar de ello, lograba inducir ese estado del haiku que rompe el lenguaje y la realidad habituales y trae el asombro del presente.
La respuesta a mi inquietud surgió en mi amistad con Theodoro. Él no solo escribe poesía, sino que la vive y crea permanentemente desde el asombro poético… en todo: la comida, el arte, la amistad, la muerte, el amor, la cultura… Esa manera de vivir se hace presente en sus haikus. Celebración del Instante es una obra generosa y sorprendente que renueva el espacio del haiku iberoamericano.
La invitación es a celebrar el instante, desde el corazón y desde la mente, desde el silencio y desde la música, desde lo grácil y lo monumental, desde oriente y occidente, desde al pasado y desde el presente.
En este libro, el sol levante brilla en los atardeceres de la costa central de Chile, esa de los grandes poetas, de los que ya, Elssaca, forma parte.

Qué alegría, celebrar este instante. ¡Gracias, Theodoro!

 

Theodoro Elssaca
Theodoro Elssaca

 

Presentación de Celebración del Instante 365+1 Haiku de Theodoro Elssaca, 18 de octubre de 2018, en la Sala Ercilla de la Biblioteca Nacional de Chile.

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5 Comentarios sobre “Haiku y Celebración del Instante

  1. Prontamente, expondremos en nuestro Liceo de Machalí un conjunto de haikus creados por los estudiantes. Juntos a ellos, irán el acompañamiento de origamis.

    1. Estimado Alejandro

      Es una gran iniciativa y los felicito por ello.
      El Haiku tiene varias virtudes y entre ellas está la captación del instante, en una síntesis tan esencial y matemática, que enseña a comprender y pensar.

      Un abrazo,
      Theodoro Elssaca

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