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Este 4 de julio, Estados Unidos conmemora el 236 aniversario de la proclamación de su Independencia.

Esta fecha sorprende a la nación norteamericana en un escenario de confusión sobre su futuro y posibilidades. Enfrentada a una elección presidencial entre un candidato republicano profundamente conservador, originado en una de las alas más derechistas del cristianismo militante, con un liberal negro, que no ha logrado cumplir sus promesas de regeneración nacional.

Asimismo, es ya evidente el agotamiento como primera potencia mundial en el plano económico y militar. China se vislumbra claramente como la líder del siglo XXI. Estados Unidos no logra imponer sus puntos de vista en Medio Oriente América latina, África o Europa y su abultada deuda pública es técnicamente impagable, haciéndola dependiente de los países asiáticos.

El auto impuesto rol de gendarme de Occidente, ganado luego de concluida la II Guerra Mundial, confrontada a la Unión soviética, pareció verse culminado con un éxito total con la caída de los países comunistas en 1989, pero sólo fue un espejismo, porque de un modelo bipolar de relaciones internacionales, se pasó a una multipolar, donde China encontró su nicho privilegiado desde donde crecer y empoderarse. El costo de la guerra fría y de las que emprendió Estados Unidos en Irak y Afganistán terminaron por debilitar fatalmente a la economía norteamericana.

Paralelamente al deterioro de la capacidad de Estados Unidos de actuar como primera potencia mundial, internamente se ve afectada por problemas sociales y políticos que  no se pueden resolver desde años y que se agravan progresivamente. Hoy más de 46 millones de norteamericanos viven en la pobreza. Más de un millón y medio de niños viven en las calles.

La poderosa clase media vive endeudada y sufre una brutal pauperización y es esclava del consumismo. La caricatura del trabajador norteamericano estúpido, consumista y alienado como Homero Simpson es más real que nunca.

La crisis derivada del huracán Katrina, que afecto a los estados costeros del Golfo de México demostró la ineficacia y precariedad del aparato estatal y federal y los crecientes niveles de pobreza de amplios sectores de la población. Hasta hoy, vastas zonas afectadas por esa catástrofe natural siguen en completo abandono.

Estados Unidos sufre un proceso de pérdida de la cohesión social y de destino nacional compartido. Fue en las primeras décadas del siglo XIX, luego de las guerras contra Gran Bretaña, Francia y España, cuando comenzó su expansión hacia el Nordeste y el Sur, que Estados Unidos afirmó su Destino Manifiesto, asentado en una férrea convicción de que eran una Nación cuya finalidad era ser un lugar de oportunidades y libertades. Su naturaleza de estado único, cristiano, puro, superior a Europa y sus luchas fratricidas y sus modelos de servidumbre y relaciones de dependencia.

Las originales 13 colonias se fundaron por  peregrinos que huían de las guerras europeas, de las persecuciones y de las hambrunas. Fundaron una república basada en un modelo constitucional liberal y garantista, que desconfiaba profundamente del Estado, donde la sociedad predominaba. Los que los unía eran tres características: eran mayoritariamente blancos, anglosajones y protestantes. En el siglo XX se uso la expresión wasp (white, anglo-saxonian and protestant) para reflejar esta condición.

Esa triple característica impregnó un modelo de sociedad que propició un modelo de relaciones sociales y económicas basadas en la libertad de emprender, el absoluto respeto del derecho de propiedad y la irrestricta autonomía individual llevada casi al paroxismo.

Toda la sociedad se basaba en esa trilogía de valores y su expansión territorial y económica respetó siempre esos principios.

Lo que produjo el primer quiebre fue la Guerra de Secesión en la década de  1860. Los estados industriales del Norte de Estados Unidos precisaban aumentar el mercado interno que favoreciera la expansión de su crecimiento y en consecuencia transformar  la población esclava negra en consumidores. Además, el modelo esclavista era poco eficiente. El quiebre implicaba violar el principio del derecho de propiedad, que finalmente se zanjó en favor del Norte.

El segundo quiebre del consenso valórico fue la llegada masiva de inmigrantes católicos, fundamentalmente irlandeses y católicos desde 1960 hasta los años 20 del siglo XX, que modificaron radicalmente la demografía de la costa este. La expansión del catolicismo fue visto como una amenaza y hasta la década de los años 60 existió una profunda sospecha sobre el verdadero sentido de lealtad de estos creyentes. El catolicismo hoy representa más del 25% de la población norteamericana, que comparado con apenas los 4 católicos que firmaron la Declaración de Independencia de los EEUU (53 representantes) es un crecimiento de magnitud impresionante.

Los años 50 y 60 vieron el surgimiento del movimiento por los derechos civiles, que buscaba garantizar la igualdad de derechos a las minorías étnicas, principalmente negros. Liberados de la esclavitud casi un siglo antes, los negros, especialmente en el Sur, carecían de derechos para elegir, ser electos y técnicamente eran ciudadanos de segunda clase (no podían usar servicios públicos y cuando los usaban, los blancos tenían derecho de preferencia sobre ellos, entre otras consideraciones). Esa población de origen  africana, ha derivado crecientemente en abandonar el cristianismo bautista para pasar al islamismo, recuperando sus raíces religiosas previas a la esclavitud. En la actualidad ya suman sobre 6 millones de personas los que profesan la fe  musulmana en un total de 37 millones de  habitantes de ascendencia afroamericana.

No deja de ser simbólico que la organización de defensa del predominio wasp, como lo fue el Ku Kluk Klan, aseguraba el predominio blanco, denunciaba a los católicos (papistas) como falsos norteamericanos y señalaba a los judíos como “comunistas y anti norteamericanos”.

Muchos advierten hoy que Estados Unidos se encuentra en peligro, porque las bases fundacionales de su república han sido minadas. No por algo el ala más derechista del Partido Republicano han creado el Tea Party, para recordar a los facciosos que comenzaron la  Revolución Norteamericana, y que asaltaron los barcos  en Boston para robar los cargamentos de té y evitar los impuestos que exigía la Corona británica.

La vieja  política de acogida de los inmigrantes se ve cuestionada cuando éstos son  hispanoparlantes, pues se advierte en ellos una resistencia a la integración y un claro peligro de fin de la hegemonía cultural wasp. Hoy ya suman más de 30 millones los hispanos en USA en condición legal y otros 6 a 10 millones en situación  ilegal. Los estados que mayor crecimiento demográfico (Texas y California), son los de mayor presencia hispana.

Una parte mayoritaria de los cristianos blancos  no católicos, los “renacidos”, miran con profunda sospecha al Gobierno y denuncian cualquier esfuerzo liberalizador.

Muchos norteamericanos olvidan que el primer acto de terrorismo masivo que afectó a su país fue provocado por  un sector extremista militante derechista  en 1995, en Oklahoma City, dejando 195 víctimas, que se suma a otros eventos violentos como el de Waco, Texas. Fue en un edificio federal y cometido por un joven blanco educado en el odio al país multicultural y liberal.

Es verdad que aún Estados Unidos tienen esa capacidad de crear, innovar y señalar derroteros para su propio pueblo y para el conjunto de la humanidad, pero es cada vez más palpable que hay indicios ciertos de pérdida del sentido de unidad y sentido nacional. Aún los norteamericanos se inflaman cuando cantan, emocionados que  aún sigue ondeando la bandera de las barras y las estrellas en la tierra de los libres y la patria de los valientes, pero cada vez más cuestionan si han logrado construir un país donde sus sueños puedan realizarse.

 

 

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