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Desde hace algunos años notamos vientos de tristeza en nuestro país. Hemos entrado a un nuevo siglo y pareciera que ya no somos felices. Soy un ciudadano de esos que no tiene poder real, pero que cada vez que debo votar me dicen que soy plenamente soberano. O sea, creo que tengo poder y mucho pero sólo por algunos minutos. Esa ha sido la realidad para mí y creo que para la inmensa mayoría de los chilenos.

Sin embargo, una pequeña minoría ha tenido el poder real esos minutos pero también durante todo el tiempo. Y de esa pequeña minoría, política, empresarial y cultural me siento cansado, aburrido y angustiado. Agotado de ver que no escuchan y que han privilegiado sus particulares intereses, y que me han querido hacer creer que sus intereses son los míos. Y no es así. Me han olvidado y me han convertido en una pieza mecánica de un sistema que no me ha favorecido, al menos en lo que yo deseaba: vivir en una sociedad en que importe más el ser que el tener y que sea pletórica de oportunidades igualitarias para todos.
Creo que los chilenos hoy no se sienten en su mayoría simpatizantes de los liderazgos de la Coalición, Concertación y de cualquier estructura partidista antigua. Saben que esos líderes ya tuvieron decenios para mostrarnos sus capacidades y propuestas; pero para el siglo XXI se necesitan liderazgos distintos: otras mentes, otras afectividades, otra manera de entender la democracia, más participativa, menos tutorial, más abierta a los 17 millones de chilenos.
Creo que hoy la sociedad chilena muestra un renovado interés por la cosa pública. Quizás porque ha logrado percibir que al mantenerse marginada de participar activamente, ha dejado campo libre para que una élite antigua haga y deshaga a su reverendo gusto. Y si a lo anterior le agregamos que las diferencias ideológicas antiguas no nos están explicando la realidad actual, el problema se ha agravado  ¿Qué significa ser hoy de derecha o de izquierda, si todos sabemos que ambas ideologías han gobernado durante todo el siglo XX y tenemos claro cómo se han desempeñado en los hechos y no en las intenciones?
Superar un esquema del pasado de derecha, centro e izquierda y sus respectivas ideologías, parece ser una necesidad ineludible hoy en día. Creo que ya no tienen mucho más que ofrecer; porque todos sabemos que significan cuando ejercen el poder tanto en Chile como en el resto de los países. Y como no ha surgido una nueva manera de administrar el país y de sueño político, todavía continuamos atrapados por esas miradas archi conocidas. Pero es notorio que dichas propuestas no están satisfaciendo plenamente a los ciudadanos actuales.
Hoy lo que puede diferenciarnos es si estamos o no a favor de una democracia ciudadana más participativa; si lo estamos de una economía social de mercado o no; si respetamos o no una diversidad cultural y religiosa; si creemos o no en una ecología más humana; si aspiramos o no a una mejor educación pública y de costo financiada por el Estado, que sería lo mismo que decir que todos los chilenos la vamos a financiar con nuestros impuestos.
Es evidente que necesitamos nuevos hombres y mujeres, así como una nueva maneras de entender y de practicar la actividad pública. Requerimos nuevos hombres y mujeres para gobernarnos porque nuestra élite política, económica y cultural ha mostrado claros signos de fatiga. Estos permitieron que creciera y se mantuvieran muchos abusos que afectaron gravemente a la clase media y a los pobres de Chile. Y qué  duda cabe que esa legitimidad para gobernarnos por su estatura ética y moral la han perdido. Por eso hoy se huele en las calles y plazas de Chile un deseo profundo de renovación.
No creo que la razón pura y técnica sea capaz de garantizarnos la solución a nuestras múltiples necesidades. Esa técnica más bien nos ha probado cuánto carece de humanidad, de afectividad y de eficacia.  No queremos un país de números, queremos uno que nos acoja y que entienda que no todo tiene valor de mercado. Todo ciudadano debe tener acceso en igualdad de condiciones a la educación; también a los bienes materiales y espirituales; a un medio ambiente saludable y armónico con nosotros; a la posibilidad de ser apoyado y socorrido por el Estado; a un trabajo que respete la meritocracia; a los emprendimientos políticos, económicos, culturales y religiosos, en suma, a vivir de manera digna y feliz.
Hay tantas cosas por mejorar. Y la inmensa mayoría lo tiene claro. Ya no se puede tolerar que las sentencias judiciales favorezcan sólo a aquellos que tienen la oportunidad económica de defenderse con los mejores profesionales de la plaza; que sobreviva un régimen electoral binominal que no permite la representación de un nuevo Chile;  que exista un Dicom que niegue el acceso al trabajo y que ha sido una renovada forma de esclavitud por deudas; el que no se regulen los intereses y cobranzas que bancos, retail nos aplican y que han mostrado ser francamente abusivos; que no se otorguen mayores facultades de fiscalización al Ministerio del Trabajo, y penas pecuniarias más altas a las empresas si no cumplen con la ley laboral; que no exista la remoción de autoridades políticas si no cumplen con sus promesas electorales después de la mitad del tiempo en el ejercicio de sus cargos; que no se puedan instaurar  los plebiscitos sobre decisiones y temas fundamentales que afecten a todos los chilenos, entre otras tantas medidas que nos permitan tener un Chile más amigable y menos desigual.
Estamos en una encrucijada, en un momento refundacional como país. Por la cordillera, la depresión intermedia y la costa sentimos el rumor y el deseo de cambios profundos a la contextura, a la manera como nos entendemos, a la manera como nos hemos organizado como país. No podemos continuar de la misma manera como hemos estado. Hemos crecido, hemos madurado, no nos gustan algunas partes y facetas del país que todos hemos levantado y deseamos corregir.
Todos nos hemos enfurecido, criticado y llorado por nuestro país. También nos hemos reído y sentido orgullosos de lo que hemos avanzado. Pero hoy necesitamos ajustes de fondo para terminar de levantar el país que soñamos: más justo, más participativo, menos segregado, más igualitario y con oportunidades parejas para todos.
Por último, este país no lo construirán 400 ni menos 300 cabezas iluminadas. Este país lo restaurarán y lo impulsarán 17 millones de chilenos, sin exclusiones, sin mirar el pasado que nos ha dividido, sino mirando el presente y con esperanza igualitaria para el futuro.

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2 Comentarios sobre “Qué nos está pasando y qué queremos

  1. el problema central es ideologico,sabiendo que de todas las experiencias de gobierno del siglo pasado se han doblegado a la ideologia del inperio norteamaricano,A la fuerza bruta de las armas contra Allende ,en el travestismo politico de la Concertacion(llamandose de centro-izquierda pero aplicando la misma ideologia)o la del actual gobierno abiertamente de derecha.Cuando una mayoria del pais concluya mediante la lucha ideologica que somos explotados solo ahi tendremos un pais justo para las grandes mayorias .lo que costara entender que la democracia real para las mayorias implica una dictadura para una minoria rica y reaccionaria (el nudo de la union de los contrarios ).Mucho se a aguantado la democracia burgesa; democracia para ellos (LOS PODEROSOS)y dictadura de los mercados para el resto

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