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El día que se entregaron los resultados del Fondart las redes sociales se saturaron de comentarios, furias, felicitaciones, preguntas. Siempre ocurre de una manera similar. Los que ganaron celebran, los que perdieron se enojan. Así son los concursos. Pero aquí hay reflexiones trascendentes pendientes, inquietudes que van mas allá de si lo ganamos o no.

Tuve la posibilidad de estar toda una tarde conversando a través del twiter respecto al tema. Periodistas me llamaron para conocer mi opinión al respecto debido a que en otras ocasiones he sido favorecida por estos recursos estatales para desarrollar distintas experiencias artísticas. No me quedó del todo claro si el sentido de las preguntas era levantar polémica o verdadera y genuinamente preguntarse por la naturaleza y destino de este apoyo al fomento de las artes.

Intento, en esta reflexión, sintetizar lo que se conversó esa tarde:

Al fondo del tema está la pregunta del millón: ¿Cuál es la política cultural de este gobierno? ¿Debe un gobierno definir la política cultural de un país sin tomar en cuenta los sueños y visiones de la gente? ¿Hay política cultural? ¿Ha existido una política cultural? ¿Hay una mirada profunda en relación al espacio que debe tener la cultura y el arte en el desarrollo de esta nación? ¿Qué es para el gobierno, para el estado de Chile, la CULTURA? ¿El ARTE? ¿Cuál la misión de ambos aspectos y caminos del ser humano en su transitar hacia destinos más luminosos? ¿Cual es la visión del gobierno, con qué sueña, que quisiera? ¿Nuestras autoridades culturales, conocen Chile, conocen el país y sus habitantes desde su cuerpo, sus afectos, su pensamiento, su espíritu? ¿Conocen la historia de Chile, sus vericuetos, sus rincones claros y oscuros, los sueños escondidos, han hecho el sagrado ejercicio de la memoria para proyectarse hacia un mañana? Porque los Fondart debieran estar después de una conversación profunda respecto a estas inquietudes.

El Fondart ¿a quien apoya, qué apoya, qué modelo de desarrollo cultural apoya, qué fomenta de manera específica? ¿Cómo y desde donde se eligen los jurados? ¿Con qué criterio se establecen las categorías? ¿El Fondart apoya a los artistas para que desarrollen sus visiones personales o para que, através del arte, aporten una visión de un país que camina hacia algún sitio? ¿El Fondart apoya a la ciudadanía a vivir culturalmente a través de sus artistas? ¿Dentro de ese vasto universo que es “la ciudadanía” a quienes favorece primero? ¿O, o, o, o, o? Decir que apoya el arte de calidad es vago. Decir que fomenta la creación es amplio y ambiguo. Definir esto ayudaría a transparentar y a orientar abiertamente a los miles de artistas de este país que postulan a estos recursos desde deseos diversos. Los fondos estatales, que no son fondos gubernamentales, sino estatales, o sea, de todos los chilenos y chilenas, no debieran ser la manera que tenemos de sobrevivir como trabajadores del arte sino que debieran invitarnos a hacer un ejercicio profundamente comprometido con nuestra nación y su destino. Debieran involucrar una reflexión en torno a políticas culturales profundas, al rol de artista, del gestor cultural. El Consejo de la Cultura debiera propiciar la conversación colectiva, la pregunta compartida, la escucha. No podemos seguir cada uno y cada una atomizados, encapsulados haciendo lo propio.

Es necesario definir precisamente los parámetros, expectativas, visiones. Eso ayudaría a quitarles un velo de ambigüedad y de injusticia que hoy tienen estos concursos. ¿Porqué no a mi? Alguien podría decir que nos entregan evaluaciones. Es verdad pero ellas son vagas, generales, inespecíficas y no colaboran, para nada, a orientar nuestra creación. Como tampoco hay críticos en este país. Los que hay, salvo honrosas y destacadas excepciones, catalogan de malo o bueno lo que ven pero hay pocos críticos orientadores, capaces y con las ganas de ser un buen espejo que te ayude a entender lo que estás haciendo y hacia donde podría proyectarse tu búsqueda en sintonía con lo que ocurre. En general ellos no ven muchas obras o propuestas, o porque los medios de comunicación les exigen críticas solo a determinados grupos, o porque visibilizarse como colectivos artísticos no es nada fácil. Cada vez tenemos menos espacios de difusión, para qué decir de reflexión en torno a nuestro trabajo cultural y artístico. Esas, entre muchas otras, son, a mi modesto juicio, temas que debieran instalar en el Consejo de la Cultura y las Artes.

A través de las redes sociales me queda clarísimo que no hay canales de participación reales para que este tema ni para que otros temas trascendentales en el país: la constitución, el binominal, la educación, la distribución de la riqueza, el medio ambiente, etc., etc., etc., sean conversados colectivamente de manera abierta. Nadie invierte en canales de participación. De ahí la peligrosa crisis de representatividad que vivimos. La sensación es que nuestro destino, nuestra cotidianidad, nuestro futuro, se fragua entre cuatro paredes, de espalda a la ciudadanía o a los grupos involucrados, en la cabeza de unos señores y señoras que creen que esto o aquello es lo mejor para una masa indiferenciada. Que todo da lo mismo, que no vale la pena intentar cambios.

En las redes sociales se conversa, es verdad, alguien podría recoger y sistematizar esa conversación pero ¿qué representatividad tienen, en realidad, las redes sociales? Tenemos un gran tema pendiente: Participación, inclusión, conocer el alma de las cosas y de las personas, interés por los seres humanos que habitan estas tierras lejanas.

Por otro lado, y no es menor, más allá del gobierno o de los gobiernos, estamos nosotros y nosotras. Estamos quejándonos, criticando, denunciando, alimentando una indignación que genera, a lo más, salir a una marcha (hoy por lo menos salimos a las marchas). Pero cuando se trata de convocarnos, leer al respecto, escribir propuestas concretas para participar, asistir a varias reuniones, entregar nuestro tiempo, talentos, emociones, pensamientos, a darle propositividad a nuestra indignación, incomodidad, sensación de abuso e injusticia, no estamos. La verdad, NO ESTAMOS. Necesitamos comprometernos, volver a instalar la cultura de lo colectivo, de la conversación no para ir a decir sino, también, para ir a escuchar y en ese fluir, proponer y definir estrategias de acción que nos representen a todos y todas. Necesitamos volver a ser lo que somos: comunidades humanas juntos. YO QUIERO, ESTOY DISPUESTA, CUANDO Y DONDE.

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2 Comentarios sobre “El FONDART ¿Para qué cultura en Chile?

  1. Estimada Malucha Pinto,

    si bien es dificil resumir un comentario a las interrogantes planteadas en tu comentario, quisiera ayudarme de dos conceptos centrales que destacaste:
    Lo colectivo y la política cultural.
    Primero la política cultural: qué es, ¿es lo mismo que políticas culturales? primera interrogante de base que no ha sido aclarada aún. Estamos hablando de acciones que responden a un proyecto que va más allá de su caracter sectorial? es decir, que implica un cambio en una sociedad? o se trata solamente de una serie de acciones destinadas al campo artístico-cultural??
    Luego, cómo reconocer que existe la política cultural… otro inconveniente, sobre todo en un país donde la creación de instituciones se asume como la solucion de los problemas, lamentablemente la creación del CNCA (aún cuando su intervención sea perfecta!) sería incapaz de resolver los problemas y su creación aún menos significaría inmediatamente que existiría una política cultural pública en el país.
    El CNCA surge desde un concepto colectivo, participativo: “la cultura es tarea de todos” donde nos correspondía a todos participar y decidir hacia dónde queremos ir como sociedad: ideales fundacionales del CNCA que sin embargo son difíciles de poner en práctica.
    Los estudios que he desarrollado estudiando la implementación de las políticas públicas (y en especial el CNCA) hablan de diferentes dinamicas que se despiertan en esta etapa y que se caracterizan por ser opositorias al proyecto original.
    No es fácil hablar de cultura, aún menos de la implementación de acciones en este ámbito. como decías: Quién debe decidir? y eso lleva a otra interrogante: cómo explicar las decisiones en un campo simbólico y ambiguo por definición.
    Me encantaría poder extenderme sin embargo pienso que sin duda los ideales fundacionales del CNCA podrían en un futuro (espero cercano) volver a despertarse.
    Quiero compartir un link donde hay un artículo que trata más en profundidad estos temas y que espero colabore a la reflexión que propones :
    http://www.revistaeggp.uchile.cl/index.php/REGP/article/viewArticle/17925

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