Compartir

Cuando estoy deprimida, vienen a penarme ciertos hitos Latinoamericanos.  Ellos me levantan el ánimo, después de todo, tratan de recordarme la profundidad de mis raíces.  No creo que esto me ocurra solo a mí. A pesar de nuestro “ombliguismo”, de la baja empatía con los vecinos continentales y de las presiones globalizadoras, yo pienso que estos fantasmas se nos presentan camuflados al doblar las más inesperadas esquinas. Los gatilla una telenovela, una canción querida, un libro. Lamentablemente, se nos enseña poco sobre la identidad compartida de América Latina. Quizás, se da por hecho que la vivimos a diario. Algunos, dudan de su existencia y la creen pasada de moda. Hasta que… ¡Paf! aparece al visitar un barrio antiguo, al ver una película o en algún festival de provincia. He aquí los cuatro hitos que me rondan.

Rostros en los muros

A principios del siglo XX, José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros se atrevieron a mostrarnos los rostros del mestizo y del indígena. No como personajes desaparecidos, sino que en la cotidiana realidad. Hasta entonces, las corrientes románticas del siglo XIX habían promovido una visión de un Nuevo Mundo en constante comparación con la antigua Grecia, Roma y la cultura Anglosajona. La Revolución Mexicana y los muralistas pusieron mestizo-campesino en el rol protagónico de la historia. Fueron los primeros en sugerir que vivimos en una cultura sincrética, es decir, donde  las amalgamas del pasado modelan el presente. Los académicos llamarán “cultura popular” a esta mezcla de tradiciones humanas y divinas, que recoge aportes étnicos, hispánicos y de los nuevos grupos de inmigrantes. Así, los carnavales del Día de los Muertos, los “charros” revolucionarios, los artesanos, las floristas, la Virgen de Guadalupe, las procesiones, la alfarería, la comida, la música y todo lo generado por el pueblo, será exhibido en las grandes obras educativas que eran y son los murales. En 1950, Pablo Neruda consolidará esta tendencia unificadora con  su “Canto General”, donde relatará no solo una épica sobre la formación del mundo Latinoamericano, sino que destacará el legado telúrico de los Incas, los artífices de Machu Picchu. Esta oda, enriquecida por la música del conjunto chileno “Los Jaivas” (1981) masificará nuestro deseo de subir a renacer en el corazón andino del continente. Gracias a Neruda, estas ruinas dejarán de ser el gusto arqueológico de una élite y ofrecerán un fuerte lazo de unión entre los países Sudamericanos, siempre aquejados por disputas y rivalidades. Más allá de los pactos comerciales y de las relaciones de buena crianza, estos poemas nos recordarán la fallida promesa de Simón Bolívar.

Mural de Diego Rivera Palacio Nacional 2
Mural de Diego Rivera Palacio Nacional 2

El barrio, la tragedia

Mi segunda nostalgia la simbolizo en el cantante Carlitos Gardel, sus tangos y su trágico accidente aéreo en 1935. Gardel refleja a todos aquellos artistas  que florecieron y todavía lo hacen,  en los intramuros de las ciudades, rescatando la presencia del barrio, el arrabal. El canto urbano surge cuando las  fábricas, los obreros y las luchas políticas pasan a primer plano, casi en la misma medida, que las  insalubres barriadas o conventillos. La cultura popular del tango y la milonga, será replicada en América Latina y el Caribe por el bolero, la ranchera, la cumbia, la salsa, el merengue y la bachata, entre otras. Todas buscan reflejar nuestra confusión frente a las ciudades que crecen y nos ahogan en contaminantes. Así, el miedo, la orfandad, el riesgo, los vicios, el desamor, el alcoholismo, el juego y la prostitución, se contrastarán con  la figura siempre santa de la madre, la lealtad de los amigos, los encuentros en el café, el dominó en el bar, el organillero, la viuda, el mendigo, la novia fiel y el campo perdido. La vida sencilla, dibujada en letras musicales y bailables, es una invitación para dejar fluir nuestras emociones, la risa y el llanto. Después de todo, el “Cambalache” sigue siendo profético en nuestro siglo XXI. Enrique Santos Discepolo se asombraría con la falta de moral y atropello a la razón que nos embarga por doquier.

La ciudad soñada y Macondo

Brasilia, la capital de Brasil, merece una nueva mirada. Si bien desde los tiempos coloniales existía el deseo de fundar una capital en el centro del país, ese sueño lo hizo realidad el presidente Juscelino Kubitschek, quien impulsó el financiamiento y el apoyo total a los arquitectos Lucio Costa y Oscar Niemeyer. Entre 1956 y 1960, un vasto grupo de trabajadores levantó este polo urbano ubicado en el estado de Goiás. Brasilia se ganó la admiración mundial por la belleza de sus edificios, sus esculturas y su audaz diseño. Hoy, no solo aloja las dependencias del gobierno, si no que viven allí más de dos millones de personas y  tiene el honor de ser la única ciudad del siglo XX declarada por la UNESCO patrimonio de la humanidad. No es de extrañar que la epopeya sin precedentes de esta obra pase inadvertida para muchos jóvenes Latinoamericanos. La toma del poder por los militares brasileños en 1964 y las nuevas tendencias neoliberales prefirieron olvidar que un presidente de orientación socialista fue capaz de llevar a la realidad esta  “Ciudad de la Esperanza”. Los movimientos de izquierda tampoco le dan crédito. La brillante habilidad ejecutiva de Kubitschek no calza con la idea de un continente victimizado y de alas rotas, tan atractiva para nuestros caudillos, más dados al lamento que a la acción.

Still life
Still life

Gabriel García Márquez, publica en 1967 su premiada novela “Cien años de Soledad”. Curiosamente, con esta mágica y laberíntica visión de nuestro interior, los hitos en la construcción de nuestra identidad pierden frescura y energía. No en vano, diversos golpes de Estado irán proliferando en nuestra América morena. La llamada “Década perdida” nos llevará por sendas dolorosas y difíciles. Si bien las democracias se han recuperado, el espíritu de una meta común, de construir, de educar, de forjar un destino sólido, sigue dormido. Quizás, nos hemos refugiado en Macondo y como dice Violeta Parra, estamos esperando que un mítico Run Run llegue del norte para el cumpleaños de nuestra soledad.

Periodista y Máster en Comunicación Política, Universidad de Chile.

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *