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Este martes se aplicó, por primera vez en el país, el SIMCE a los segundos básicos, como parte de las medidas que ha implementado el gobierno para hacer extensiva la medición a nuevos niveles educativos.

Sin embargo resulta preocupante que nuestros niños y niñas estén sometidos a este estrés que implica una prueba que mide principalmente conocimientos y que seguramente, los establecimientos educacionales, los han entrenado para que puedan tener éxito en este tipo de pruebas. Podríamos preguntarnos ¿en qué favorece la educación de nuestros niños y niñas’. Es una medida que va permitir nuevamente rankear los establecimientos educacionales para que puedan competir por captar la matrícula.

Los padres, educadores y personas comprometidas con la infancia deberían levantar su voz para proteger a nuestros niños y niñas de este despropósito del gobierno que nada aporta a nuestra sociedad. Más bien, estamos vulnerando sus derechos a una educación de calidad y centrada en sus propias características.

Los niños y niñas de segundo básico deberían aprender a través del juego y el educador debería preocuparse de generar un aprendizaje significativo, en que ellos fueran protagonistas, desarrollando la creatividad, la participación, la capacidad de dialogar e indagar. Una formación que le permitiera reconocerse en su comunidad. Sin embargo, pareciera ser que, para las autoridades políticas, lo importante es prepararlo para este tipo de pruebas.

Esto nos lleva a preguntarnos qué le estamos haciendo a nuestra infancia, cuando lo más importante y la preocupación de una sociedad y sus instituciones públicas debiera ser generar una educación que garantice el ejercicio de sus derechos y las acciones de la política pública debería considerar el “bien superior de la niñez”, sin embargo el foco de este tipo de mediciones no está en el desarrollo integral de los niños y niñas.

Todo sería distinto si la preocupación de las autoridades estuviera en la capacitación y especialización de los y las docentes que educan a la primera infancia, en generar ambientes de aprendizaje en las escuelas con recursos novedosos y con espacios pensados para ella, utilizar metodologías basadas en el juego, recordando lo que mencionaban los antiguos pedagogos de la escuela nueva. También por qué no pensar en que las comunidades y sus entornos puedan ser un medio para educar, bajo el concepto de “ciudad educadora”. Así se estaría contribuyendo a realizar el derecho a la educación, promoviendo la colaboración en la educación antes que la competencia entre escuelas y estudiantes.

Graciela Muñoz
Académica UMCE – Foro por el Derecho a la Educación

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