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Las preguntas se desplazan como el virus que nos indaga de un modo que no es muy sencillo comprender, porque crecimos en la sociedad del control, y le tuvimos fe, demasiada, al progreso de la ciencia, el sometimiento de la naturaleza, al poder y sus artimañas de perpetuación; crecimos en una caverna y las fatuas llamas nos hicieron creer que eran verdad las sombras que allí se proyectaban, las figuras sin rostro, deshumanizadas, temerosas de asomar al sol que abrasa, convierte en ceniza pero insufla también la alquimia para la reconstitución, no una sino infinitas veces, multiplicadas en un tiempo que no es tiempo y en un espacio cuyo habitar llamamos existencia, o que los místicos llamaron manifestación.
Quizás.
Venimos encegueciéndonos con brumas contaminantes, con duplicidades, máscaras de todo tipo, máscaras para engañar a otros y máscaras para engañarnos a nosotros mismos, establecemos mentiras que nos alientan a sobrevivir, creemos en la mentira de sobrevivir, le obedecemos a una rutina que parece protegernos de todos los posibles males y encomendamos a la realidad la solución controlada y segura –extrañas palabras- de nuestra existencia.
Quizás es cierto lo que predijeron los mayas y que augura una renovación espiritual, quizás todo lo sólido se desvanezca finalmente en el aire contagiado, quizás bajo los barbijos –una palabra que solo estaba en el diccionario médico- se esconde simbolizada una censura o al contrario, hemos hablado demasiado, las voces, las palabras, los ecos hicieron un desmán en algún sistema, quizás evolutivamente pasaremos de homo sapiens a homo honestus de algún modo, y quizás eso ocurra cuando el homo sea home, quizás sea una simple guerra bacteriológica, sin más semántica, quizás muramos, quizás la hambruna que se proclama como en los tiempos medievales, llamados oscuros por quienes tapaban el sol con sus androcentrismos, se convierte en una nueva peste, se habla de bubones y viruelas, quizás alguien tenga entre tanta cosa el bastón de Moisés, y juegue torpemente, quizás hay una suerte de porfía biológica, una evolución necesaria, un exterminio programado, puede que en lo de vida extraterrestre haya un poco de razón y vemos aquí algunas de sus consecuencias, quizás somos víctimas de un complot mundial, mientras miramos la tele, quizás nos convertimos en Trumans, quizás alguien tiene el guión, quizás las cifras mienten, quizás mienten las cifras, quizás se cierren fronteras, el mapa del mundo se convierta en otro mapa, quizás vuelvan Vespucio y Magallanes a trazar cartografías, otros, ellos mismos, algunos similares, quizás todo está sostenido en una trama que no comprendemos.
Quizás nos era necesario caer en el agujero indispensable de la duda. Respirar para cotejar lo que ha sobrevivido a tanta catástrofe, universal, terrenal, nacional, personal. Hacer un inventario. ¿Qué somos una vez que quedamos desnudos? Quizás es cierto que una vez que morimos no queda más que un rastro deleble, un poco de huesos, una lápida uniforme. Quizás morir no es otra cosa que estar vivos, un síntoma, una fracción.
Quizás y dramáticamente, debamos acostumbrarnos a un grado mucho mayor de incertidumbre, a un temblor permanente, a un tronar tras otro, a una plaga, a un huracán, al gemido. Quizás la incertidumbre es el modo de habitar que no entendíamos. Quizás la fe sea la única respuesta que hallaremos. Quizás solo se trate de elegir en qué creer, con la humildad que quizás, finalmente hayamos conquistado.

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