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Terminado el plebiscito que dio a la opción “Apruebo” un categórico triunfo del 78,27 por ciento y a la Convención Constituyente el 78, 99 por ciento de respaldo, los días se han sucedido con todo tipo de interpretaciones para los pasos siguientes.

Es necesario, sin embargo, hacer algunas precisiones.   Así como se cuestionó por parte de algunos la segunda elección como Presidente de Sebastián Piñera por haber tenido solo el 49.02 por ciento de participación en la segunda vuelta, en el mismo ítem el plebiscito alcanzó el 50,9 por ciento, es decir 1,7 por ciento de diferencia entre un evento y otro, lo que no le confiere una legitimidad muy diferente.

Ha habido por supuesto un importante sentimiento de euforia entre los votantes mayoritarios, pero aún faltan muchos pasos para alcanzar lo que se podría considerar como un triunfo real.    Este sector debe elegir más de dos tercios de los constituyentes y lograr que se apruebe el plebiscito que ratifique la propuesta que haga la Convención Constituyente.   Si bien los números parecen estar a su favor, es un misterio cuánto del Apruebo corresponde a un voto de castigo al Gobierno, y cuánto a la parte de los partidos de Derecha que consideraron que era conveniente por los más diversos motivos iniciar una discusión constitucional.   Tampoco es factible calcular cuánto de la abstención corresponde a votantes de una derecha más dura que consideró ilegítimo el proceso.   Probablemente, las cifras no sean muy diferentes a lo que se conoce, pero hay un factor de incertidumbre que no se puede desconocer.

Es natural que en la euforia del momento se pasen estas consideraciones por alto, pero como el proceso es largo es factible que el entusiasmo inicial vaya decantando y el votante moderado no acepte las propuestas más radicales que se puedan hacer en el futuro.

Desde el punto de vista del Rechazo la situación tampoco es clara.  Tradicionalmente, la votación de la Derecha ha rondado el tercio de los votantes, por lo que el 21,73 por ciento logrado por esa opción es una cifra engañosa.  Lo que sí es un dato objetivo es que desde el plebiscito hasta el 11 de enero, cuando se deban inscribir los candidatos a integrar la Convención Constitucional -los partidos de oposición tienen dificultades similares- se deberán limar las asperezas que provoca cualquier campaña electoral.

Tanto entusiasmo además disimula el hecho que, más allá de lo que diga el texto de cualquier posible Constitución, el país requiere un cambio mucho más profundo de alcance cultural para cambiar efectivamente las conductas que se han venido manteniendo por los últimos cuarenta años, y ni siquiera se ha planteado ese tema.

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