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Vivo en el Estado de Virginia y su bandera es la más antigua de USA. Fue diseñada en 1776 para asentar y confirmar la rebelión de los colonos patriotas contra los británicos. Escogieron a la diosa romana Virtus (Virtud), ataviada con su casco y túnica. En una de sus manos, ella porta la lanza de guerra y en la otra, la espada del gobierno. La diosa se encuentra parada sobre un gigantón caído, con su corona desprendida. Es el tirano. Su armadura de guerrero contrasta con la liviana vestimenta femenina, lo que indica que los argumentos son más importantes que la fuerza bruta. Los virginianos repitieron la imagen en su escudo y en el primer billete de cuatro de cuatro dólares. 

Esta diosa era el símbolo de las cualidades esperables para todo ciudadano romano: coraje, valentía, excelencia, honor, deber religioso, protección familiar (pater familias), preocupación por bien común y buena fe (credibilidad ante la palabra dada). Curiosamente, aunque los romanos aplicaban estas cualidades a los varones, consideraban que solo una deidad femenina era capaz de contenerlas. 

El lema de la bandera está en latín: Sic Semper Tyrannis que significa: Así siempre a los tiranos. Obviamente, en esos momentos el gran tirano era Inglaterra, sin embargo el mensaje es que los ciudadanos virtuosos logran construir repúblicas democráticas capaces de espantar a los tiranos, tal como la luz solar quema a los vampiros. 

Hoy, en pleno siglo XXI, la gran pregunta es: ¿Adónde se fueron los ciudadanos virtuosos? 

Diosa romana Virtus
Los romanos creían en cualidades inspiradoras para sus ciudadanos.

Cambios culturales

Hasta la década del 60’s, en el mundo occidental las virtud aristotélica gozaba de buena salud, aunque ya tiempo atrás los padres habían dejado de decirle a sus hijos que ser presidente, senador, diputado o alcalde era un servicio honorable y una forma de cumplir con el país. Las mujeres sufragistas y las minorías que peleaban por los derechos civiles reactivaron ese deseo de votar, participar y servir al desarrollo común. Con la prosperidad y la paz llegaron los típicos defectos sociales, como el individualismo, el consumo desenfrenado y el uso de la carrera política para repartirse poder, fama y fortuna.. 

Para Aristóteles, la virtud es obrar bien a través de la disposición intelectual llamada prudencia. Esto implica el ejercicio de hábitos buenos. Así, la virtud sería un modo de de llegar a la felicidad. Reconoce tres modos de acción: la vida pública, la vida filosófica y la vida del placer, todo regido por el alma, la experiencia y la razón. En el lenguaje actual de la auto-ayuda, sería equivalente a la “mejor versión de sí mismo’, reflejada en el bien común. 

La prudencia también fue destacada en el universo cristiano. Hasta el siglo XIX, Prudencia era un nombre frecuente para niñas católicas. Unifica la sabiduría griega con la voluntad y la capacidad de tomar decisiones  bajo la inspiración divina. 

La explosión creativa, industrial, científica y artística de los años 60’s incluyó algunos aportes interesantes a las cualidades “deseables” para un ciudadano: desarrollar su identidad, crecimiento interior, no violencia y sencillez. John Lennon describió a su generación como viajeros en un barco rumbo a un mundo nuevo “y Los Beatles estábamos en la proa de ese barco”. Otro punto de vista de esos  tiempos fue la famosa frase del malogrado presidente de USA, John F. Kennedy: “No preguntes a tu país qué puede hacer por ti; piensa qué puedes hacer tú por tu país”. 

El musical y filme “Jesuscristo Super Star” hizo rebrotar el mensaje cristiano, el misticismo oriental y la Era de Acuario, una utopía en la que el amor y la paz iban a ser las grandes virtudes capaces de unir a la humanidad, más allá de las fronteras.

Sello Apple de Los Beatles
Los 60’s fueron un “viaje a un nuevo mundo”, una forma de compartir la manzana del Paraíso

La decadencia tribal

Las nuevas tecnologías, el bienestar económico (matizado por algunas crisis) y el fin de la Guerra Fría fomentaron las tribus globales, grupos que compartían los mismos gustos e identidades a través de la música, modas, cine, video games y activismo político. Ante la globalización, las virtudes ciudadanas aceleraron su etapa regresiva. De hecho, se produce un divorcio entre las corrientes colectivistas y aquellas propiciadoras del crecimiento-país, la auto-ayuda y el demostrar el éxito a través de empresas, negocios, deportes y buenas profesiones. Los colectivistas ofrecen derechos sociales (sin deberes) a cambio del poder político. Los de la meritocracia prefieren el poder económico y la libertad (para algunos, libertinaje). Las emergentes ideologías de género, ecología y neo-marxismo  desafiaron el vaticinio de Francis Fukuyama sobre el “fin de la historia” e incentivaron la polarización social bajo la bandera de la igualdad sustantiva, un concepto diferente a la igualdad cívica-legal, donde el objetivo es sobre-representar a minorías supuestamente oprimidas. De esta forma, la división entre oprimidos y opresores es la que comienza tomar forma al despertar el siglo XXI. Lógicamente, esta polaridad dejó en el baúl de los recuerdos  la Era de Acuario. El lema es amar  solo al “igualito a mí” y a una naturaleza idealizada lejos de la urbe.

Hijos sin carácter

Desde los 90’s la palabra “virtud” ha sido erradicada de las familias. Con suerte se la menciona en las escuelas. Tiene “olor” a esfuerzo, deberes, ahorro y sacrifico, algo incompatible con el hedonismo consumista y el colectivismo igualitario. La virtud y la prudencia no calzan con “estar en contra de la sociedad y la religión”. Se han desarrollado generaciones protegidas del sufrimiento e incapaces de sobreponer frustraciones que pelean con los que todavía desean ser mejores y excelentes. Desde la extinta Era de Acuario, el gran error de los adultos fue decepcionar a sus hijos sobre el rol de la política, la honestidad y el servicio público. Ciudadanos sin exigencias, ajenos a sí mismos, volcados al vacío de colectivos vociferantes o a la ansiedad del consumo. Desconfiados de valores y del respeto al prójimo, amparados en el anonimato de las redes sociales. Estamos formando sociedades débiles, abiertas a la entrada de los tiranos que, históricamente, esperan agazapados cualquier descuido de la diosa Virtus.  

Mientras más virtuoso el ciudadano, mejor es la democracia.
La decadencia, división política y ausencia de valores favorece el totalitarismo.

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