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Luego de escuchar en una conferencia a Juan Pablo Meneses, pienso y reflexiono: estamos en tiempos difíciles para el Periodismo. El Periodista ha sido devorado, poco a poco, por el área comercial de los medios de comunicación. Hoy las máximas son: el show mediático, la polémica “tonguera”, los “facilismos”, montajes, y una infinidad de prácticas alejadas de la deontología. El reportero está en peligro de extinción, ha perdido la curiosidad, el poder de asombro. Lejos estamos de Clark Kent, al contrario, hoy disfrazamos “nanas”, escondemos cámaras y nos creemos policías para encontrar “la verdad”. En definitiva, el periodismo ha caído en su propia trampa, la de postergar la información en favor del rating. Hemos hipotecado la labor periodística en pos del juego “oferta y demanda”. Pero no todo es malas noticias para el periodismo, aún existen los profesionales con vocación, que entienden su rol, que van más allá de lo evidente, quienes no han perdido la capacidad de asombro. No me refiero precisamente al Tío Emilio, si no que a Juan Pablo Meneses. Gran cronista, escritor y periodista chileno, un referente para la pluma Latinoamericana. Como él, quedan pocos. En extinción están los que ven al periodismo más allá de un trabajo, pocos son los que idealizan la profesión, y muchos los que la denigran.

Creo que aquellos como Juan Pablo Meneses tienen una función muy importante en la comunidad de periodistas, deben ser “evangelizadores” con un mensaje que contagie e inste a los periodistas a retornar al camino correcto, que motive a re posicionar la profesión, a darle la dignidad que merece. Creo que debería partir por predicar en Canal 13, al equipo de “En su Propia Trampa”, y luego seguir con la estrella de TVN: Amaro Gómez-Pablos, quien no me sorprendería verlo en un tiempo más en alguna área dramática protagonizando alguna teleserie con tintes venezolanos.

Pienso que la crisis se detonó por la nociva combinación entre periodismo y negocios, donde el gallito lo ganaron los comerciales. En este desalentador escenario, lo único que queda por el momento es aclarar que lo que se vende muchas veces como periodismo no lo es. Las cosas no cambiaran a menos que los periodistas honren su labor, encuentren su vocación perdida y ganen la batalla a los ejecutivos de los medios de comunicación. Salvo que en el corto tiempo aparezca Clark Kent y nos rescate de la pandemia sensacionalista.

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