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La pandemia provocada por el virus SARS-CoV-2, presumiblemente originado en contacto de animales y hombres en el último trimestre de 2019 ha  generado una crisis global, que nos ha permitido constatar y evidenciar una serie de llagas que laceran la sociedad contemporánea. 

Pero lo primero, y más básico, es la constatación que la humanidad es una unidad y somos parte de un sistema de interpelaciones que si bien teníamos nociones claras, hoy es más patente. La bióloga chilena Isabel Behncke señaló en una entrevista a la BBC que “El coronavirus, si bien está lleno de paradojas, revela el orden oculto de las cosas. Pero no en sentido místico: revela que somos sistemas complejos y estamos hechos de interrelaciones.”

El mundo globalizado e interdependientes que hemos construido ha facilitado la rápida expansión del virus. Si el virus que provocaron la peste negra entre 1347-1352 y la gripe española en 1918, tardó años y meses en expandirse, pero el actual Covid-19 sólo lo hizo en días y semanas, pese a las restricciones y políticas de cierres de fronteras y confinamiento adoptados por buena parte de los gobiernos de la tierra.

La humanidad se ha visto enfrentada a un crisis económica, social y política sólo comparable a la última guerra y en algunos de los meses recientes una parte sustancial de la población mundial se ha visto confinada a sus hogares y se enfrenta a unas perspectivas sombrías y complejas, con gobiernos que no han sido suficientemente efectivos, salvo honrosas excepciones, en la adopción de medidas oportunas y eficaces para la contención de la pandemia y la atención a sus consecuencias.

La actual pandemia ha develado el conjunto de problemas que ya era posible vislumbrar, pero que ahora se muestran con toda crudeza, así cómo ha potenciada tendencias que hacen presumir que se consolidarán en los años que vienen.

Esta pretende ser una aproximación a lo que denomino llagas que deja la pandemia en nuestra sociedad y que comportan elementos que se deben atender para sanarla. 

1.- El fin de las certezas y el mundo de las inseguridades. Hoy vivimos en una sociedad donde es el miedo lo que cruza nuestras conductas y con el que miramos el futuro. El Papa Francisco decía el 27 de marzo de 2020, en una Plaza San Pedro completamente vacía, bajo la lluvia e iluminado por unos pocos cirios que “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos.” Vivimos en tiempos donde todas las certezas han disminuido dramáticamente y nadie puede afirmar cuales serán las consecuencias de la pandemia y el mundo que resultará de ellos. El miedo campea en las conversaciones y las perspectivas para el futuro no son halagüeñas.

2.- La imponente presencia de la pobreza. La CEPAL ha advertido que cerca de 30 millones de habitantes de Latinoamérica caerán en la pobreza como causa de la pandemia. El cierre de empresas, el confinamiento obligatorio, el deterioro de la actividad económica, generará, sólo en América Latina de la caída de 5% en el PIB; en tanto las caídas de la misma tasa en Europa y EEUU sobrepasan  con creces las mayores crisis económicas ocurridas desde la II Guerra Mundial.

Si las cifras son impactantes, más lo es la expresión cotidiana y concreta de la pobreza: ollas comunas en barrios populares, aumento de la indigencia en las calles y una crisis social sin magnitud de lo cual sólo vemos sus aspectos más dramáticos. En mis 30 años en Santiago, nunca había visto personas recorriendo calles solicitando comida, en un cuadro que se repite días tras día. 

3.- El crecimiento de la desigualdad. La pandemia ha afectado a todos en general, pero a cada uno en forma distinta. Somos iguales, pero no tanto. Los contagios se han cebado en las poblaciones pobres, mal alimentadas, que viven hacinadas, con más enfermedades bases y con menos recursos para acceder a mecanismos paliativos y defensivos de la pobreza. Analizar las tasas de mortalidad de la pandemia en La Pintana y Vitacura sólo permite advertir las abismales diferencias sobre el impacto de la pandemia. Esta claro que en los sectores de mayores ingresos se pueden hacer efectivas cuarentenas, en tanto en sectores populares ello no es posible, por las condiciones habitacionales y, más importante, por la carencia de ingresos que posibiliten tal medida sanitaria.

4.- Las limitaciones a las libertades. Se han instalado en muchas personas y sociedades el convencimiento que es necesario restringir las libertades políticas, aumentar el poder disuasivo del Estado, incrementar penas y sanciones. Todo parece justificar el despliegue de fuerza militar y se ha validado instancias tan cuestionables como el toque de queda con control militar. Se cuestiona por muchos una mayor acción represiva de fuerzas militares para controlar desplazamientos. Un discurso muy convincente al respecto, pero en otras partes del mundo, como China y Hungría se ha dado otro paso para limitar formalmente el despliegue de instituciones políticas sacrificadas por la seguridad. Se han debilitado enormemente las instancias multilaterales y los Estado han reaccionado tratando de recuperar las funciones propias bajo el concepto de Estado-Nación, cerrando fronteras, restringiendo la movilidad de las personas, por ejemplo.

Escultura con Mascarilla

 

5.- Las ausencias de respuestas. El Estado ha sido lento, errático y timorato en sus respuestas. Se implementan medidas que son imposibles de cumplir, como cuarentenas que no se pueden cumplir porque las personas carecen ingresos garantizados que les permita subsistir, con sistemas sanitarios largamente abandonado y que se someten a un estrés que los ha llevado al borde del colapso, con incapacidad de abordar estrategias que controlen la expansión del contagio. El Estado aparece como desbordado y sin respuestas que transmitan seguridad a los ciudadanos.

6.- La inutilidad de la información. En medio de la pandemia ha aflorado lo mejor y lo peor de las redes sociales y del poder de la información. Como nunca en la historia de la humanidad hemos tenido tanta información y la ciencia y técnica han desplegado su mejor esfuerzo para buscar explicaciones y desarrollar herramientas que contengan y limiten la pandemia, pero al mismo tiempo hemos sido partícipes y víctimas de la más grosera desinformación o de un uso abusivo y pernicioso de la información: desde infundios, pasando por fakenews hasta llegar a campañas sistemáticas de desinformación. Ejemplos sobran: que el virus fue creado en laboratorios chinos (noticia falsa expresamente difundida por el Presidente de Estados Unidos), que hay remedios probados (como la Hidroxicloroquina según Trump), que el virus es un invento para controlar la humanidad, etc. También somos testigos del cuestionamiento de la evidencia científica que debería ser sacrificada en el atar de la respuesta oportuna.

Escultura Palacio Falabella 2

7.- El deterioro de la salud mental. Uno de los efectos más devastadores de la pandemia es un impresionante deterioro de la salud mental. Estudios efectuados en nuestro país revelan que un porcentaje superior al 40% de las personas se siente angustiada por el futuro, tiene problemas para conciliar el sueño, tiene dificultades para concentrarse y presenta severos cuadros depresivos. Largos períodos de encierro, ausencia de contacto social, convivencia en grupos cerrados por lapsos prolongados, constante recepción de comunicaciones confusas y estresantes por los medios de comunicación social y ausencia de perspectivas positivas en el corto y mediano plazo son antecedentes que permiten preconfigurar un escenario muy complejo en este ámbito, que no ha sido ni remotamente abordado y que constituye una de las herencias más pesadas que deberá afrontarse en la post pandemia.

El listado de males que nos heredará la pandemia no es definitivo, pues aún estamos en medio de ella y no tenemos plena certeza de cuándo efectivamente durará, ni tampoco hemos logrado levantar el catastro de desastre que deberemos asumir. En ningún caso, eso sí, serán menores que los descritos.

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