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Todas las encuestas indican que la opción del “Apruebo” va a ganar con comodidad en el plebiscito del 25 de octubre:   ¿Qué puede fallar para que se cumpla este pronóstico?:    Todo, simplemente todo, porque en el exceso de confianza reside precisamente el peligro y cuando las encuestas dan hasta un 80% para el Apruebo contra un 20% del Rechazo es inevitable suponer que el resultado ya está definido y que sobran el tiempo y la energía para empezar a preparar los siguientes eventos electorales.

El temor a los contagios por el Covid, sustentado en la convicción del triunfo de la opción que parece mayoritaria, puede alentar a muchas personas a quedarse en sus casas.  En rigor, ello debería afectar proporcionalmente de la misma manera a las dos opciones, pero la lógica estadística es fácilmente contrarrestable con una campaña a última hora para movilizar a los votantes, ya sea basada en la esperanza de dar vuelta los resultados o en encuestas y noticias falsas.   Da lo mismo, pero es un riesgo latente.

Otro asunto derivado de lo anterior es la eventual falta de participación ciudadana.   Nuevamente las encuestas anticipan que no debería haber problemas pero de nuevo el Covid es una amenaza cierta.  Cambiar la Constitución -por primera vez en nuestra historia a través de un mecanismo democrático- requiere un incuestionable nivel de respaldo popular que elimine cualquier posible interpretación o duda sobre los resultados.  No es casual que se haya impedido la reposición del voto obligatorio, pero por otra parte debería haber consenso en que una Constitución votada por menos de la mitad de la gente no resolverá los problemas de convivencia entre los chilenos, en la medida que no establezca reglas claras y respetadas por todos.

Luego está el asunto de la Convención Constituyente.   Los partidos de uno y otro lado ya están preparando sus candidatos antes de que se haga el plebiscito, y como se recurre a figuras ya conocidas es inevitable que se reproduzca el escenario del sistema binominal y del “Sí” y el “No”.   No se trata que lo nuevo sea intrínsecamente mejor que lo anterior, pero al menos debería tener una probabilidad de estar presente.

Sumado a lo anterior, el evidente interés de los partidos por preparar sus cartas para las siguientes elecciones desincentiva el respaldo popular a las distintas opciones en pugna.  Parte importante de la crítica que ha conducido al plebiscito constitucional es precisamente el desapego de la política del ciudadano común, y si bien es comprensible que parte importante del deber de los partidos es ganar elecciones, no pueden olvidar que su primera función es representar a la gente, y reiteradamente demuestran que no han entendido esa parte.

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