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“Filosofía y Política”, es un documento relevante que fue publicado en un homenaje a Hanna Arendt, en la revista Les Cahiers du Grif (N° 33, 1986). Esta es una breve reseña de la primera parte de este artículo, donde encuentro una coincidente continuidad con el tema del número de interlocutores en la comunicación,  sus consecuencias y también sus distintas posibilidades.

Arendt comienza diciendo, “el abismo entre la filosofía y la política se abrió históricamente por el proceso y la condena de Sócrates que, den la historia del pensamiento político, juega el mismo rol de punto crítico que el proceso y la condena de Jesús en la historia de la religión”. Ella nos habla del momento dramático en que Platón está conmovido por la muerte de Sócrates, lo que lleva a considerar  que éste no fue capaz de convencer a los jueces ni a los ciudadanos de  Atenas de su visión. Su verdad, por el hecho de respetar los límites inherentes a la persuasión, se convirtió en una opinión entre las opiniones, no más válida que las no-verdades de los jueces.

Este espectáculo llevó a Platón a “desesperar de la vida de la polis y dudar de ciertas enseñanzas fundamentales de Sócrates.”  “Tratando de reflexionar hasta el final las implicaciones del proceso de Sócrates, Platón llegó a la vez a su concepto de verdad como opuesto a la opinión, y a su noción de la forma específica del discurso filosófico (el arte de la dialéctica), como lo opuesto de la persuasión y de la retórica.” En esta distinción, la persuasión es el discurso que se dirige a una multitud y la dialéctica sólo es posible como diálogo, entre dos personas. “La falta de Sócrates fue dirigirse a los jueces en la forma de la dialéctica y por esa razón no pudo persuadirlos.”

De acuerdo a Hanna Arendt,  la posición de Sócrates era diferente, ya que para él la opinión era una manera de formular como discurso  “lo que aparece” a cada persona –es decir, su percepción del mundo. Más aún, su postulado era que el mundo se abre de manera diferente a cada persona, según la posición que ocupa, y lo común entre los seres  radica en que esta apertura ocurre indistintamente a cada uno, a pesar de sus diferencias y de sus opiniones: “tú y yo somos los dos humanos”.

Ella hace notar que Sócrates, aunque rehusó asumir cargos públicos, sí ocupó la plaza pública, utilizando la mayéutica para ayudar a cada ciudadano a hacer surgir sus pensamientos y a descubrir la verdad a través de la opinión. En el diálogo, debido a que cada uno está obligado a hacer manifiesta la verdad que lo habita, el otro puede reconocer cómo el mundo común es percibido por unos y otros. Esta cualidad de ver la realidad  desde el punto de vista del otro, es según Arendt, la percepción política por excelencia. La virtud de la persona política sería comprender ampliamente en número y diversidad a estas distintas expresiones y estimular la comunicación entre los ciudadanos para reconocer su comunidad inherente.  Y concluye que,  presumiblemente para Sócrates, esta sería la función política del filósofo.

Aún si Arendt va más lejos, explorando la relación entre Filosofía y Política, o entre pensamiento y acción, me parece desde ya, que poner en valor estos dos tipos de discursos –ya sea desde Sócrates, desde Platón o desde ella, nos lleva a plantearnos preguntas generadoras y pertinentes.

 

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2 Comentarios sobre “diálogo y persuasión

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