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Se ha dicho y se dice que los medios de comunicación tradicionales corresponderían y representarían a la actual opinión pública ¿Es cierto esto? ¿Acaso somos llamados todos los chilenos, como un consejo editorial ampliado, respecto de lo que un medio de comunicación ha decidido dar a conocer y con qué definición ideológica deberá hacerlo? No es así y todos los sabemos.

La determinación de lo bueno y lo malo en nuestro mundo actual, al parecer, ya no lo fija el Estado, el Poder Judicial, el Legislativo, la Iglesia, las Fuerzas Armadas, las instituciones educacionales o el ciudadano común y corriente, sino que los medios de comunicación. Hemos sido, en nuestra historia, gobernados por cada uno de los distintos poderes, reales o fácticos, que la generosa creatividad humana ha podido generar en su despliegue de creatividad.

Ahora son los medios de comunicación tradicionales los que pretenden gobernar lo que pensamos y cómo estamos pensamos. Y el primer decreto de este nuevo gobierno mundial dice lo siguiente: nada que hoy no aparezca en un medio de comunicación posee existencia real. Si un medio no acoge algo, pues eso no consta aparentemente para nadie. Si algún medio dice que algo es bueno, entonces debe serlo; y por el contrario, si lo muestra como algo malo, entonces es y será malo.

Confieso y presumo que en el actual escenario, los dueños, cargos directivos y empleados diversos de los distintos medios de comunicación si son creyentes, con seguridad deben estar permanentemente rezando para que Dios los ilumine y les permita desarrollar sus tareas de la manera más digna y verdadera posible. Y aquellos que se definan como agnósticos y ateos, deben estar reflexionando sobre lo que es bueno y malo para el bien común o la raza humana de una manera racionalista o budista. Y esto lo digo porque cualquiera que llegue a tener tanto poder, es lo mínimo que debería hacer en la actualidad.

Pero no nos confundamos estimado lector. Lo invito a reflexionar conmigo…

En primer lugar, me parece indispensable la existencia de muchos medios de comunicación de las más diversas fuentes ideológicas. La no presencia de éstos hoy sería como desechar el respirar, el comer y otras actividades consideradas biológicamente indispensables para los seres humanos. Y yo entiendo por medio de comunicación a una institución que tenga como fin irrenunciable el transmitir, aunque limitadamente, una selección verídica de los hechos y circunstancias más relevantes del presente y que estime que éstos deben ser conocidos  por la comunidad a la cual prestan servicios comunicacionales. A un medio de comunicación le pasa lo mismo que a un historiador cuando escribe un libro sobre el pasado humano: debe realizar una selección inteligente y tienen el problema de las fuentes probatorias, y lo que es más complejo, su objeto de estudio es el hombre o lo que hace el hombre. Los medios de comunicación trabajan esencialmente con el presente inmediato, que siempre está en incesante cambio y, por lo tanto, deben obligatoriamente seleccionar lo que comunican y presentar sus fuentes probatorias y ahí están, precisamente, los ingentes peligros y las tentaciones más diversas para éstos.

En segundo lugar, un medio de comunicación no sólo debe informar sino que también educar. Y cuando se olvida o se marea en sus tareas informativas o hace una defensa desvergonzada de intereses de grupos determinados, pueden llegar a ser inconducentes en sus tareas profesionales y queriendo aportar, pueden terminar inevitablemente destruyendo a personas e instituciones, agravando aun más las numerosas dificultades existentes al interior de la sociedad. Como sabemos, variadas instituciones presentan hoy algunos problemas. Y se nota en los medios de comunicación cierta autocomplacencia con las tareas que realiza. La pregunta es: ¿Han informado y educado simultáneamente? Por lo que se ve, sólo han informado, compitiendo nuevamente entre ellos en espectacularidad ¿Será bueno para todos lo que estamos viendo?

Hoy el país necesita medios de comunicación que expresen en sus editoriales y páginas internas lo que de verdad está pasando y se está pensando en nuestro largo y angosto territorio. Un medio de comunicación se debe a la ciudadanía, que son sus verdaderos y únicos clientes. Lo peor que le puede pasar a un medio de comunicación  es que pierda credibilidad y sintonía con su audiencia. Y las editoriales, muchas veces con clara intención ideológica y con deseo de defender intereses con nombre y apellido, no ayudan a que se mantenga la confianza en la verdad que debe proporcionar un medio a sus lectores, radiooyentes o televidentes. Y peor es cuando pretende dicha editorial ser objetiva y no es más que un burdo pauteo realizado por algún abogado o economista ducho en los sofismas o en presentar mascaradas de verdad.

Por desgracia siento que estamos acercándonos o quizás ya estamos, en el fin de una de las tantas épocas de la historia del hombre. Muchos rasgos siempre aparecen en las crisis más profundas de la evolución humana: la inevitable confusión más completa en las instituciones y personas; el deseo voluntario e involuntario de destruir personas e instituciones; la abismante carencia de líderes y de gigantes éticos; el predominio del reino de las libertades desatadas, materiales o morales; el no respeto de nadie por las jerarquías; la huída de nuestros mejores ciudadanos de los cargos, sobretodo públicos; la preeminencia de los logros materiales por sobre los espirituales; el reino de lo individual por sobre lo social o lo público, en otras palabras la preocupación por el yo y no por el otro.

Necesitamos medios de comunicación que muestren la verdad e interpreten a los sin voz…Medios que no se autocensuren por miedo al poder económico o al poder político…En definitiva: medios leales a Chile y  su gente…

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