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Carta para Ferrán Enrique Alfonso

Hijo:

Existirán muchos días que mirarás tu entorno y preguntarás: ¿Cómo entender a las mujeres? Tempranamente te vengo a decir que entenderlas no es el camino. Aplicar el método científico o la dialéctica socrática en estas materias humanas, te hará ocupar grandes horas, días y años, de tiempo valioso para disfrutar la vida. No quiero que pienses que no es bueno preguntarse, reflexionar, cuestionar lo que te rodea, o inquirir la realidad: hazlo, hazlo toda tu vida, pero en materia de mujeres, aprenderás con el tiempo que no es necesario. Mucho mejor método es conocerse a sí mismo: la única y noble tarea que te ocupará toda tu vida hasta tu muerte. En base a eso, es que cada vez que te conozcas un poco más a ti mismo, de seguro conocerás a otros hombres, otras mujeres, seres del universo, seres de la oscuridad y de la luz, y todo lo que podamos conocer. Porque conocer el “quién eres” te abrirán muchas puertas que te podrán llevar a bellos campos elíseos o feroces explanadas marcianas. El mismo caso con las mujeres.

Las mujeres. No te diré lo que debes conocer de ellas, porque quizás – es lo más probable – tú encontrarás nuevas cosas, o también, no coincidirás conmigo. Sólo te diré lo que han sido para mí.

La mujer constructora de civilizaciones. Ella la misma que tuvo la valentía de descubrir la agricultura y permitió que florecieran las primeras abundancias, con ello, la astronomía, los relatos, la fogata de los ancianos, los rituales de la fecundación. En esa mujer sólo encontrarás bellezas en sus ideas, poderosas narraciones para justificar lo que somos y lo que debemos ser.

La mujer artista y pensadora. Ella tiene la capacidad de detenerse en el tiempo y reflexionar. A diferencia nuestra, son las maestras de la templanza, la paciencia y la espera. Violeta Parra, era una mujer con miles de manos, como una Diosa hindú, que creaba hasta la saciedad. Hipatia de Alejandría, estandarte de la diversidad en una época que los hombres se transformaron en caníbales. Mistral, la Gabriela, perfecta ella, tanto, que aún hoy no se la comprende.

La mujer obrera. Tanta energía que nacen desde sus brazos que te sorprenderás. Mirarás tus obras, y te dará vergüenza de la pereza que uno sostiene, mientras ella, la inmensa, construye pirámides al mismo tiempo que canta el coro de Orión.

La mujer madre. Nunca veas a tu madre como una virgen ni una santa, porque no lo es. Por el contrario, vela tal cual es. Una mujer que daría todo por tu vida, tu felicidad y tu prosperidad. Ni la Virgen María ni la más digna de las Santas es capaz de eso. Te lo aseguro, hijo del mundo.

La mujer loba. Si optas por ellas, la mujer loba será la luna de tu alma. Cíclicas, telúricas y cambiantes. Lechosas, sensuales y bailarinas. Asiáticas de tus mañanas, africanas al atardecer. Imperfectas, porque en la imperfección están sus maravillas. No dudes en amarlas y gozarlas, en inventar mil veces el mundo con tal de estar con ellas, de crear ilusiones y destruirlas al poco tiempo con el único fin de construir la imagen de los espejos eternos. En definitiva, en una de esas me haces caso, encontrarás a tu doncella o más de una, que les permita a los dos hacer esa liturgia donde se transforman en síntesis.

Para mi estas son las Reinas de Venus. Ellas, las mujeres. Y no son una categoría de cada una, porque faltaría a la verdad. La mujer es todas a la vez, por eso merecen una estatua, un monumento en el panteón divino. No son Diosas, no, pero si Dios existiese, y si Dios fuera el creador (dos tesis abrumadoras, por cierto), te aseguro que fue el momento más lúcido que tuvo al crear a la mujer. Sino, estas Reinas de Venus, son las fundadoras del hombre, y de eso no me cabe duda.

Con amor, tu padre.

 

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